Algo personal

Salvar a Moby Dick y al capitán Ahab

Alfons Cervera

Alfons Cervera

He dicho muchas veces que no soy aficionado a las redes sociales. O sería mejor decir redes asociales. Mucho rollo con su utilidad para juntar a quienes las usan, pero cada vez el personal está más solo. Yo apenas me muevo entre los mails y los wasap. Nada más. Ése es mi único territorio cibernético. Hace unos días, unos amigos me enviaron un correo fantástico: habían preguntado a Inteligencia Artificial ChatGPT que dijera algo sobre mis artículos periodísticos. Y salió un texto que era para alucinar. Todo cuadraba. Desde los comienzos hace casi cuarenta años hasta ahora mismo. De qué iban mis artículos. Qué historias me gusta contar. La poética de su escritura. Sólo había un patinazo de envergadura: que le hice una vez una entrevista a García Márquez. Ya me hubiera gustado. O a Annie Ernaux. O a Paul McCartney. Por pedir que no quede. Con la ganadora del último Nobel de Literatura estuve a punto. En uno de mis viajes franceses tenía una conferencia en Annecy, la hermosa ciudad de la Alta Saboya. Me habían dicho que Ernaux vivía allí. Pero vaya mierda: se había ido a vivir cerca de París. Así y todo, Annecy me sigue pareciendo una de las ciudades más bellas que conozco y tengo allí grandes amigos: Michèle, Georges, Sophie, Ives, Iris, Luc, Paco… Falta Annie Ernaux en la lista, pero me conforta mucho saber que la gente a la que quieres sigue donde siempre, aunque pase tiempo -a veces demasiado tiempo- sin que nos encontremos. Bueno, que me lío y cuando sale la amistad en esta columna pierdo el hilo de lo que quería contar y luego la Inteligencia Artificial ChatGPT se inventa lo que se inventa.

El otro día me enviaron un wasap. Era uno de esos mensajes que tiran de ironía y a unos les hacen gracia y a otros no tanto. Una foto tomada en una caseta de la Fira del Llibre de València, una edición, por cierto, que acaba de cerrar sus puertas con un éxito apoteósico. Sabemos que los libros sirven para mucho, aunque haya gente que no se entere y le da igual leer que no leer. Creo aunque me equivoque que es mejor no leer nada que leer algunos de esos libros pornorománticoadolescentes que triunfan en un mercado literario que de literario tiene lo que yo de experto en algoritmos. Ya sé que hay quien dice que es mejor leer lo que sea que no leer, porque tal vez es una manera de seguir leyendo cuando quienes leen esos bodrios se hacen mayores. Mi opinión es que no. Que esos libros cubren una etapa de edad y la cierran. El éxito de esa literatura -o como se llame- radica en que juega con sentimientos puramente adolescentes. La identificación de quien lee con sus protagonistas. «Es que es como si fuera yo, le pasan las cosas que me pasan a mí», me decía hace tiempo una de esas adolescentes. Apostar por esa identificación es una jugarreta tramposa. Ya pasó con Cincuenta sombras de Grey y el público maduro con sus insatisfacciones sexuales. Y ahora eso mismo se aplica literariamente a las jóvenes adolescentes sin miramientos de ninguna clase. Esa escritura no abre puertas, sino que las cierra. Reprime más que invita a la liberación. La vida en los libros no es la vida fuera de sus páginas. La ficción no debería mentir. Y esas novelas, que leen millones de jóvenes sobre todo chicas, hacen como que sí, que es lo mismo vivir dentro que fuera de los libros. Cuando pienso en las lecturas entusiastas que se hacen de esos libros, tremendamente conservadores, me acuerdo de la canción de Mari Trini, «yo no soy esa que tú te creías, la paloma blanca que te baila el agua»… y me vienen a la cabeza esas familias enteras que esperan pacientemente en las ferias para reclamar la dedicatoria del autor o de la autora de esas emboscadas sentimentales que cotizan alto en el mercado de los destrozos literarios.

SALVAR A MOBY DICK  Y aL CAPITÁN AHAB

SALVAR A MOBY DICK Y aL CAPITÁN AHAB / Alfons Cervera

Y como me lío cual pata de romano, ya no me queda sitio para hablar aquí de la imagen de wasap que me enviaron el otro día. Una caseta en la Fira del Llibre de València. Una pila de cuatro o cinco libros. Y encima de la pila, el ordenador portátil que usan para que las cuentas salgan y para solucionar dudas de la gente cuando preguntan por tal o cual título. La utilidad de la literatura es ilimitada. Y no es poca, esa utilidad, cuando nos hace de mesa o cuando a esa mesa se le ha roto una pata y en algún sitio plano y seguro hemos de colocar el ordenador para que no baile mi amor entero es de mi novia Popotitos… No sólo de lectores y lectoras viven algunos autores, sino también de que en algún momento hagan la competencia a los grandes almacenes en su sección de bricolaje. Ah, y para mi currículum personal en Inteligencia Artificial ChatGPT, también me gustaría hacerles una entrevista al capitán Ahab y la ballena Moby Dick. Mucho me temo que pronto los expulsarán de la literatura buenista porque hoy no es presentable andar todo el rato persiguiéndose mar adentro con ansias de venganza. En fin.

SALVAR A MOBY DICK  Y aL CAPITÁN AHAB

SALVAR A MOBY DICK Y aL CAPITÁN AHAB / Alfons Cervera

John Huston adaptó en 1956 la novela de Herman Melville con la interpretación de Gregory Peck como Ahab.