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Opinión

Cullera gana

Por encima de toda sigla o ideología Cullera gana cada vez que la tolerancia se impone frente al dogmatismo de los fanáticos. Cullera ganará siempre que las prioridades de su gobierno estén en sintonía con aquellas que la sociedad expresa mediante su tejido asociativo, cívico, cultural y económico. Cullera gana cada vez que, para ganar, no se pase por encima de un otro necesariamente derrotado. Cullera gana cada vez que ha entendido que es posible gestionar el presente sin hipotecar el futuro, poco importa que hablemos de economía o de medioambiente. Cullera gana siempre que prevalece la justicia ante el privilegio, la transparencia ante la corrupción y la empatía frente a la soberbia.

Hace ya tiempo que comprendí que, en política, el auténtico adversario no es todo partido que no sea el tuyo. El contrincante más duro y tenaz al que suele enfrentarse aquel que aspira al buen gobierno es el sectarismo. Esa mirada corta, y a menudo llena de inconfesables complejos, que sólo entiende la victoria como la simple eliminación del otro, de sus ideas, de su memoria, su identidad (cultural, sexual o étnica) y en algunos casos, incluso de su propia existencia. Una visión sectaria de la política, desgraciadamente hoy tan extendida, basada en el principio del «o estás conmigo o estás contra mí».

Algunos pensamos que la victoria de la política que Ximo Puig representa es la victoria de la palabra como instrumento y como compromiso adquirido con los demás. Un tiempo nuevo en la que la relación entre las distintas administraciones (Ayuntamiento, Diputación, Generalitat y Gobierno de España) se ha basado por fin en la lealtad institucional, la proporcionalidad, y la justicia y no en el caciquismo partidista.

Por eso estas elecciones los y las socialistas de mi ciudad hemos decidido centrar nuestra campaña en explicar que hay otra manera de hacer y entender la política. Una en la que, sin duda, Cullera gana.

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