Opinión

La noria mediática de Ponce

El programa que dirige Pablo Motos parece haber olvidado la línea roja que imponía justamente sobre el mundo del toro para aprovechar el tirón de un torero ya retirado

Ana Soria y Enrique Ponce en 'El hormiguero'.

Ana Soria y Enrique Ponce en 'El hormiguero'.

Enrique Ponce apareció en escena con un aspecto juvenil y bien parecido, con la figura muy bien dibujada y afeitado con esmero. Parecía que tuviera 20 años. Justo como si debiera de hacer uno de los miles de paseíllos que ha trazado en las plazas de la piel de toro. Pero esta vez lo hizo en el plató de El Hormiguero con el objetivo de presentar públicamente su relación con Ana Soria, la joven almeriense que se enamoró del torero a través de Instagram: "Ana tiene un corazón enorme, es la mujer de la que estoy enamorado", afirmó sentencioso. Y así, de entrada, resolvieron el enigma que envolvía la figura de su amor.

Y es que el amor te vuelve directamente loco. Quien le iba a decir a Ponce que se iba a retirar después de tres décadas consecutivas ligadas al mundo del toro y que iba a ir a un programa de televisión a comportarse como si tuviera la edad de su nueva novia. Pero la respuesta tenía nombre de mujer: Ana Soria.

Durante el programa, era muy difícil que se dejasen de mirar. Eran como un imán para la mirada, tanto cuando hablaban como cuando estaban callados. Todo parecía excesivo. Además, se palpaban con la yema de los dedos, bordeando sus manos, como si estuviesen de cita romántica frente a miles de personas. Tenerlos delante era como asistir a una función teatral, como si dos actores hubieran entrado en escena e hicieran caso omiso del público del plató. Su relación ahí delante fue como una primavera, el mes que se abre camino en busca del calor de la vida.

La pareja Enrique Ponce y Ana Soria.

La pareja Enrique Ponce y Ana Soria. / Levante-EMV

"No tengo pensado volver a torear", respondió él, lacónico, antes de explicar cómo dejó su profesión. Después de desorejar un toro de García Jiménez en León que, además, brindó a sus suegros, decidió marcharse a Almería con su nueva pareja en lugar de irse a Burgos, plaza en la que toreaba a los dos días. Y Pablo Motos lo miraba con la curiosidad de quien hacía tiempo que no sabía nada de él, buscando tropezar con no sé muy bien qué secreto.

El programa que dirige Motos parece haber olvidado la línea roja que imponía justamente sobre el mundo del toro para aprovechar el tirón de un torero ya retirado. Veremos cuánto tarda un torero como Roca Rey, el diestro que centra todas las miradas, en desfilar por su plató.

Y así era la vida de Ponce ahora: una noria mediática en la que el tiempo se había quedado sibilinamente parado y de la que no necesita escapar porque se mostraba feliz. Sin esa incomodidad extraña que podría haber provocado ese aislamiento que necesitaba su privacidad en Almería.

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