La socialdemocracia de Ximo Puig

Domènec Ruiz Devesa

Domènec Ruiz Devesa

Ningún lector considerará una novedad decir que el president Ximo Puig es un socialdemócrata, y tendrá toda la razón. Al mismo tiempo, no es menos cierto señalar que la militancia en un determinado partido, en este caso el PSOE, no significa que una misma posición ideológica general se aplique de manera mecánica y homogénea por todos sus afiliados. Primero, porque la ideología, al menos la socialdemócrata, no es una ortodoxia cerrada e inmutable en el tiempo, sino que, partiendo de un núcleo esencial de valores (la igual libertad), estos quedan abiertos a la interpretación y a la influencia de nuevas corrientes (pensemos por ejemplo en el feminismo y el ecologismo). En segundo lugar, porque dentro el marco general que todos comparten, siempre habrá sensibilidades diferentes respecto del orden de prioridades, o el mayor o menor maximalismo en la declinación de los valores compartidos. En tercer lugar, el líder de un proyecto político, en este caso socialdemócrata, imprimirá también sobre éste un carácter particular, derivado de su trayectoria, de sus vivencias personales, de su particular cosmovisión del mundo, incluso de su estilo y forma de ser.

En este sentido, considero que Ximo Puig ha conformado una apuesta socialdemócrata en la Comunitat Valenciana particularmente original, potente, y efectiva, que se caracteriza por ser inclusiva, de amplio espectro, federal, europeísta, dialogante, y muy eficaz en sus resultados de gestión. Su proyecto es el resultado de la síntesis creativa de muchas tradiciones, culturas, e influencias políticas.

El talante dialogante y pactista de la socialdemocracia de Puig se verifica en la capacidad para conformar y gestionar dos gobiernos tripartitos progresistas

Para empezar, al contrario que otros líderes regionales del PSOE, ha mantenido una sintonía especial con el presidente Pedro Sánchez en asuntos como la estrategia para reducir la tensión con el nacionalismo catalán (que considero exitosa sin ditirambo), al tiempo que ha habido una fuerte alineación en las políticas sociales del gobierno de coalición progresista en Madrid y del Botánic en Valencia. Ello no ha impedido, sin caer en el histrionismo, defender aspectos de nuestra idiosincrasia territorial, como el trasvase del Tajo-Segura, la recuperación del Derecho foral valenciano, o la reforma del sistema de financiación autonómica, tan desfavorable e injusto para nuestra tierra.

El talante dialogante y pactista de la socialdemocracia de Puig se verifica en la capacidad para conformar y gestionar dos gobiernos tripartitos progresistas (Botánic I, Botánic II), con sus ocho presupuestos aprobados, y la disposición a conformar el número III, pero sin perder centralidad política ni la conexión con las clases medias ni con aquellos que se reclaman de la tradición liberal demócrata. Se trata pues de un progresismo que, partiendo del rechazo al neoliberalismo, cuyos fracasos son ya evidentes, y dotado por tanto de una fuerte fibra ideológica en su raíz, no deja de estar abierto a todos los sectores sociales: es plural, ya que no busca etiquetar a nadie sino el bien común y la justicia social, combinando prosperidad económica con igualdad, bienestar, y sostenibilidad ambiental. En esta socialdemocracia de amplio espectro se reconoce la mayoría social.

Esa apertura de miras se ha demostrado también con el fructífero diálogo social con patronal y sindicatos, buscando siempre acuerdos que armonicen intereses, ya que tan importante es que se creen y se establezcan más empresas y se mejore su competitividad, como asegurar salarios dignos y buenas condiciones de trabajo. Y no solamente porque al fin y al cabo el PSPV-PSOE no deja de ser el partido de los trabajadores, sino porque no hay futuro en una competitividad basada en sueldos bajos y en quimeras fiscales, sino en el crecimiento de la productividad y en cadenas de producción de alto valor agregado. Para ello, son imprescindibles la estabilidad en el empleo, salarios industriales, paz social, y una prosperidad compartida entre empresarios y trabajadores. En la cuestión medioambiental, también se ha adoptado una posición equilibrada y posibilista, evitando caer en falsos dilemas o en pulsiones dogmáticas con relación a la instalación de aerogeneradores o plantas fotovoltaicas, pues solo nos faltaba ahora oponer la protección del medio ambiente con el objetivo de la neutralidad climática.

Esa apertura de miras se ha demostrado también con el fructífero diálogo social con patronal y sindicatos, buscando siempre acuerdos que armonicen intereses

La socialdemocracia de Ximo Puig se caracteriza también por un valencianismo amable y abierto, que está orgulloso de nuestra historia y cultura, y que reconoce el valor de nuestra lengua propia y la necesidad de su promoción, pero con el pleno respeto a las áreas castellano-hablantes y sin ningún menoscabo del carácter español y europeo del proyecto político. Es por esto mismo una socialdemocracia federal, que cree en una España unida pero descentralizada, también en lo relativo a sus instituciones, y plenamente insertada en Europa. Una doctrina que no es retórica, y que se ha aplicado en la propia Comunitat, con el traslado de la Conselleria d´Innovació a Alicante y la propuesta de la bicapitalidad con Valencia.

Los resultados de este proyecto en estos ocho años son los siguientes: máximo histórico de ocupación con más de dos millones de personas afiliadas, lo que supone 438.531 empleos más que en 2015. Tras la aprobación de la reforma laboral el total de los contratos indefinidos es ya el 53% y el SMI ha crecido un 47% desde 2018); multiplicación del presupuesto para vivienda pasando de los 37 millones de euros que los gobiernos del PP destinaron en su último presupuesto a los más de 400 millones que hay presupuestados para 2023); 15.000 nuevos docentes, gratuidad de los libros de texto para todo el alumnado de la educación obligatoria, incremento de un 75% de las becas de comedor, ampliación del transporte escolar gratuito, y reducción a la mitad del abandono escolar); incremento en el 300% de la inversión en políticas de dependencia entre otros.

Es evidente que la Comunitat Valenciana vive una etapa de renacimiento, a pesar de haber transcurrido en estos últimos años la pandemia de la covid-19, la crisis económica y la guerra de Ucrania

Asimismo la Comunidad Valenciana se encuentra por vez primera por encima de la media de la UE en los indicadores de innovación; al término del año 2022, la Comunitat Valenciana contaba con 9.009 empresas más (aumento del 6,4%), y 16.231 personas autónomas más (13,35%) que en 2015; la inversión extranjera ascendió hasta los 648 millones, frente a los 458 registrados en 2019; se han incrementado un 41 % las exportaciones; el incremento del aumento del gasto de los turistas internacionales (más de un 5,7% respecto al de 2019) y por último la constatación de que el gobierno progresista de Ximo Puig es garantía de confianza para la industria de alto valor añadido (Ford, Hitachi, HP, BP, Mitsubishi, Siemens Mobility, Volkswagen, …) que ha invertido en la Comunitat más de 10.000 millones de euros en proyectos estratégicos en los últimos años.

Es evidente que la Comunitat Valenciana vive una etapa de renacimiento, a pesar de haber transcurrido en estos últimos años la pandemia de la covid-19, la crisis económica y la guerra de Ucrania que ha provocado nuevas alzas de precios, y que vive alejada de la corrupción y el derroche que el Partido Popular instauró durante 23 años.

Pero esta Vía Valenciana socialdemócrata se proyecta hacia el futuro en una nueva fase de ampliación de derechos sociales y prosperidad económica contando con ejemplos en educación (con la garantía de que todo alumno de 0 a 3 años cuente con una plaza gratuita en el sistema educativo); inclusión (garantía de acceso a servicios bancarias básicos para los mayores); sanidad (un médico por cada 1.500 habitantes y un pediatra por cada 900 niños, ampliación de los centros de atención de 24 horas); innovadoras políticas medioambientales (plena autonomía energética para 2030, 200 millones de euros para la mejora de las depuradoras, plan de protección de humedales) y el objetivo faro de alcanzar el pleno empleo. Se trata, en definitiva, de un programa para toda la sociedad en la que la gran mayoría social puede reconocerse y beneficiarse. Y, por tanto, es merecedor de su respaldo electoral.

*Diputado socialista en el Parlamento Europeo