A vuela pluma

Cinco años en una bolsa de papel

Alfons Garcia

Alfons Garcia

Pienso en la fotografía el día después de ser detenido, saliendo del calabozo solo con una bolsa de papel en la mano, sin cinturón, sin cordones en las zapatillas, con la misma camisa con la que había sido arrestado y sin afeitar. Solo con una media sonrisa. De esas que salen cuando no sabes qué cara poner. Aquello era un 28 de junio de 2018. 

Han pasado casi cinco años y pienso en la vida del detenido. Lo de menos es la carrera política que se ha dejado por el camino, aunque los sueños también importan. Lo de más es la vida (así, sin más) que ha perdido. Lo de menos son los amigos que se fueron. Lo de más son los dos padres que han muerto en este intervalo y se han ido con la imagen de un hijo alcalde acusado de corrupción. Lo de más es la soledad en este tiempo.

Acababa de cumplir 39 años cuando la UDEF de la Policía Nacional irrumpió en su vida, lo llevó a la sede de la Diputación de València y a la alcaldía de Ontinyent, esposado y rodeado de siete agentes armados con metralleta, y luego lo condujo a dependencias judiciales. Han pasado cinco años, lo han tirado del partido que ansiaba liderar, se defendió montando uno propio, pasó de delfín del socialismo valenciano al olvido y al señalamiento. 

No pienso en que ni prevaricó ni malversó en la contratación de una decena de directivos para una empresa de la diputación, según establece ahora una sentencia de la Audiencia de Valencia, porque para dilucidar esas cosas están los tribunales y ya han hablado. Pienso en el escarnio que sufrió (él y los demás, pero sobre todo él, al que miraban todas las cámaras porque era la caza mayor), en una operación espectacular que le valió la pena de telediario sin posibilidad de recurso. La marca sin olvido. Lo exagerada de aquella intervención se empezó a intuir cuando se conocieron los cargos. Pero quedaba en el ambiente que tenía que haber algo más. ¿Cómo si no los furgones policiales, las cajas, el calabozo? Luego el sumario destapó frases poco honorables y actitudes impropias de la política, pero no más sustancia. Aún así, quedaba en el aire que algo más tenía que haber. Al final, no había. No había judicialmente nada punible.

Pasado el tiempo, con el contexto que dan los días, pienso que se juntó una batalla interna repleta de malas artes por el control de aquella empresa de nefasto nombre (había también una parte de guerra de partido) con un momento histórico en que acababa de caer el Gobierno de Mariano Rajoy tras la sentencia que responsabilizaba al PP de Gürtel. Quizá fue solo ese ambiente de excitación en torno a la corrupción política lo que exacerbó aquella investigación. O quizá algún día se sepa si hubo motivos ocultos.

Pienso en que la sentencia es pública dos días después de unas elecciones. Cada día cuesta más creer en el azar. La justicia hace política, quiera o no. 

Y pienso que la misma corriente de opinión que hoy corre por el universo de la izquierda deberá circular cuando la absolución sea para un alto cargo de la derecha. Y que también tendré que aplicarme el cuento si llega el momento, aunque cada investigación es un mundo y no todos los casos de presunta corrupción pueden ser equiparados. Pienso en la vida que se va en una bolsa de papel.

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