El hincha espontáneo del sector 5 de Mestalla

J.M. Bort

J.M. Bort

El ‘Chemira’ era un personaje estridente en aquel sector 5 de los años 70-80, un tipo hiperbólico en esa grada ya de por sí ruidosa y heterogénea, donde imperaban las chaquetas sobre los descamisados. También era una grada respetuosa, como lo era ‑y lo es‑, por extensión, toda Mestalla. Sí, el público increpaba a los futbolistas contrarios, y al juez de línea, y al árbitro, pero todo formaba parte del juego. Luego todo quedaba compensado, aunque no fuese necesario, con los aplausos a los gestos técnicos y a los goles hermosos de los mismos protagonistas. Como aquel día en el que Mestalla sacó las pañuelos y se puso en pie para aplaudir el golazo del Mágico González (busquen ‘Gol Mágico al Valencia’ en youtube, no se lo pierdan), uno de los más bellos que yo he visto en Mestalla, sino el que más.

Aquel día fue con el prodigioso jugador del Cádiz, pero Mestalla ha aplaudido a jugadores contrarios de todos los equipos, nacionalidades y colores. Futre y Laudrup, que yo recuerde, también provocaron la admiración de Mestalla, la otra Catedral junto a San Mamés. Sí, Mestalla es un estadio ruidoso, pero también generoso con el 'enemigo'.

El sector 5 apodó ‘Chemira’ a aquel tipo con gorra del Valencia CF bien calada, caliqueño en la boca y la camisa por fuera porque se pasaba el partido diciendo ‘Xe, mira!’ Todo lo que acontecía en el campo le sorprendía. Un día, antes de que empezase el partido, un espectador le tuvo que advertir. El Chemira ya estaba en primera fila, con las manos apoyadas en la valla, gritando no se sabe a quién. “Fill de pute, eres un fill de pute!. - ¿A qui estàs insultant, Chemira?” - A l’arbitr. - Però si n’ha eixit encara, home!

Buena parte de la culpa de aquel mote la tuvo Kempes. Cuando el ‘Matador’ cogía la pelota y su trope transitaba (que no transicionaba) al galope, dejando a los jugadores rivales petrificados, la exclamación (‘xe, mira!) sonaba al ritmo de una metralleta. Muchas veces la jugada terminaba en gol y entonces recuerdo a aquel hincha, más de una vez, llorando como un niño. Hay que haber vivido a Kempes en directo en Mestalla para entender la insondable huella que ha dejado. Mario Alberto nos hizo ser personas más felices.

Aficionados del Valencia CF celebran un gol.

Aficionados del Valencia CF celebran un gol. / Heino Kalis/Reuters

La figura del ‘Chemira’ es una de esas imágenes que me quedaron grabadas en mi primera visita a Mestalla (¿quién no recuerda su estreno, de la mano de su padre, cruzando casi temblando el vomitorio por la emoción hacia una nueva dimensión?) junto al color verde intenso, penetrante, del césped, las celebraciones apasionadas del gol (‘gooooooool’), las almohadillas de Vifasa, el marcador Dardo, las sillas de enea de tribuna y el partido posterior del ‘Mestalleta’, a modo de regalo para completar la tarde futbolera del domingo. A César, compañero del periódico, no le quedó tan buen recuerdo de su primera experiencia en el estadio. Terminado el partido del Valencia CF, aquella tarde recibió un balonazo en la cabeza en el partido del filial y tuvo que ser atendido en la grada, sin mayores consecuencias.

No creo que el ‘Chemira’ siga entre nosotros. Yo continúo en la misma grada (Numerada Descubierta) y no lo he vuelto a ver. Quedan pocos personajes como él. Ahora el público anima y grita de forma más coral. Hay cánticos que son trivialidades coreadas mecánicamente hasta la saciedad. Canciones previsibles que nos alejan de nuestra infancia en la grada.

El individualismo del hincha se está perdiendo. Yo mismo, a veces, me levanto a lanzar alguna consigna con cierto reparo, porque hace tiempo que nadie me sigue. A veces, sin querer, yo mismo exclamo un 'xe, mira!' ante una genialidad aislada (un recorte vertiginoso, un cambio de ritmo, una ocurrencia sobre la línea de banda, un caño...), muchas menos desde que se fue Pablito Aimar, y de eso ya hace unos cuantos años.

Necesitamos recuperar a los ‘chemiras’, aficionados que sigan sorprendiéndose por esas acciones deliciosas, cada vez menos por culpa la robotización de un fútbol en el que ya, ni siquiera, podemos celebrar los goles porque hay otros árbitros que lo tienen que validar en una pantalla. Estamos perdiendo la naturalidad de toda la vida y no nos damos cuenta, que es peor. Lo que hizo Ancelotti al señalar a toda la afición del Valencia CF por los insultos aislados a Vinicius detrás de la portería no es más que eso, la generalización gratuita, como si un estadio fuese un todo absoluto, sin hinchas geniales que se levanten del asiento y nos recuerden que la esencia del football sigue ahí, latente. Seamos más espontáneos, que por eso nadie va a crucificarnos, nunca mejor dicho.