La espiral de la libreta

El libro, la pistola, la casa de al lado

Olga Merino

Olga Merino

El Museo del Prado custodia un cuadro de Luca Giordano titulado Lot embriagado por sus hijas, en el que las susodichas, temerosas de no encontrar más varón sobre la faz de la tierra, emborrachan a su progenitor para yacer con él y así propagar la estirpe (Génesis, 9, 31-35); primero, la mayor, al día siguiente la otra.

Al fondo del lienzo, llamaradas de azufre devoran la ciudad de Sodoma, espectáculo que contempla paralizada la esposa de Lot, convertida en estatua de sal por desoír el mandato divino de no mirar hacia atrás.

La Biblia es un libro muy suyo, en efecto, literatura en estado puro, con todo el sexo y la violencia extrema que ha conocido la humanidad desde que se puso en marcha el contador.

Los giros dramáticos de El libro de Samuel, por ejemplo, convertirían la serie Juego de tronos en una aburrida partida de parchís, por no hablar de otros pasajes con truculencias varias (infanticidio, violación, mutilaciones genitales).

Es por ello, por las escenas demasiado vulgares o violentas, que un distrito del estado ultrarreligioso de Utah ha vetado el texto sagrado en las escuelas de primaria y secundaria, amparándose en una norma estatal que prohíbe los contenidos «pornográficos o indecentes». Ahora van también a por El Libro de Mormón.

Lo llamativo del caso es que en su origen pretendía ser una broma, un sarcasmo, un zarandeo para abrir los ojos. Un papá atribulado interpuso una denuncia contra la Biblia en protesta por los libros que estaban siendo retirados de las bibliotecas en virtud de esa ley estatal aprobada en 2022, en la que se han apoyado los grupos más conservadores para censurar títulos de temática racial o LGTBIQ+.

El delirio. Un disparate en la batalla por el control del relato. Tanta corrección política al final nos volverá idiotas.

‘Fahrenheit 451’

No es la primera vez que ocurre, y el asunto va a más. El PEN América, organización de escritores en defensa de la libertad de expresión, ha contabilizado al menos 2.500 intentos de censura durante el último año escolar.

Cada vez nos acercamos más a la distopía Fahrenheit 451, que Ray Bradbury publicó en 1953, en pleno macartismo, el mismo año en que murió Stalin, quien fusiló a tantos poetas o los mandó al gulag.

Uno de los personajes de la novela dice: «Un libro es un arma cargada en la casa de al lado… ¿Quién sabe cuál puede ser el objetivo del hombre que ha leído mucho?». Los libros arden a 451 grados fahrenheit (232,8 grados centígrados).

Acabarán quemándolos, pero mientras tanto en EEUU a nadie se le ocurrirá prohibir las armas.