Opinión
Aleluyos y trolls

Fanatismo cristiano en Facebook / Levante-EMV
He perdido la cuenta de las veces que he dejado de fumar y tambien de las veces que he dicho que esa sería la última vez que dejaba de fumar. Ni me acuerdo de las veces que me prometí dejar la relacion con aquella novia de juventud que me atrabapa (ya ex, afortunadamente), una promesa que me repetía casi tanto como no volver a ir a trabajar con aquellas resacas infernales. No sé tampoco las veces que me he jurado a mí mismo no ser imprudente en las sobremesas cuando llevo ya varias copas en el cuerpo, con el consiguiente arrepentimiento del día siguiente. Estoy harto de rebobinar las horas de fiesta, incluso ahora con los tardeos de cincuentón, porque siempre encuentro algo de lo que arrepentirme. Soy esencialmente un hombre que duda.
Siempre que intento terminar con alguna actitud que me perjudica, me digo que esa será la última vez y, lo peor, es que me lo acabo creyendo. Es esa adicción incurable que tiene uno a complicarse la vida. Ahora estoy perdiendo la cuenta sobre las veces que me he prometido no responder a los ‘aleluyos’ en los comentarios de Facebook sobre noticias científicas, sociales, sexuales y casi de cualquier asunto, porque los aleluyos lo contaminan todo con sus delirios bíblicos . Hay pocas cosas que odie más que a estos berzotas fanático-religiosos invandiendo espacios científicos y humanísticos con sus patrañas. Estúpidos majaretas. Pero, igual que me pasaba con aquellas noches prerresacas en domingos laborables, termino cayendo en la tentación de tomarme otra copa, en este caso en forma de respuesta racional que alivie la rabia. Tarde o temprano, sí, acabo discutiendo con alguno de estos acosadores insoportables que, bajo sus mundos de fantasía, van dando lecciones de superioridad moral, Diosito por aquí, Diosito por allá. Ya está bien. Qué se vayan a sus foros a vomitar sus dislates.
Los ‘aleluyos’ son como aquellos trolls que nos insultaban a algunos periodistas durante el proceso de venta del Valencia CF. Pertenecen a la misma categoría de hostigadores: Negacionistas del respeto, activistas de la irracionalidad, boquimuelles, alcornoques, cabezahuecas, energúmenos de la mentira y la intolerancia con aquel que no pertenece a su rebaño. Yo, que fui un periodista deportivo de segunda división, pero siempre tuve la humilde ambición -sirva el oxímoron- de ser lo más íntegro posible con mis informaciones (‘respeto al lector’, que decía el maestro José Vicente Aleixandre) tuve que dejar mi cuenta de Twitter durante un tiempo. Si osabas poner en duda la honestidad del régimen de Salvo y compañía, un legión de fariseos se te echaban al cuello, incluídas amenazas muy serias. Pura violencia.
Volviendo al tema divino, hay que reirse más de uno mismo. Además, los aleluyos tratan mal a Dios. Yo estoy con Dawkins: a Dios, que tiene muy pocas probabilidades de existir, hay que tratarlo bien. Quien trata bien incluso a los seres imaginarios es más amable, en general. Ser un 'aleluyo' es otra cosa que poco o nada tiene que ver.
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