El asueto tampoco tiene pasado ni futuro. La mejor diversión es la del momento, sin excesiva programación. Pasada la nostalgia sobre aquello que se llamó la ‘ruta de las pastillas’, rebautizada simplemente como la ‘ruta’ por los pusilánimes, las discotecas se van extinguiendo de la trama ciudadana. Hablo de locales homologados con tales, aquellos donde la diversión estaba asegurada y donde se podía entablar contacto visual y algo más con otro ser humano. Ahora solo quedan dos que responden a esos cánones -Akuarela y Mya-. La de la Mava-rosa se ha convertido en una disco de iniciación a medio camino entre el botellón juvenil y la experimentación de psicotrópicos de última generación con parada en el mercadillo nocturno del Paseo Marítimo. La otra, la futurista de la Ciudad de las Artes, es la heredera de la València pija de los felices años ochenta que baila el ritmo del hedonismo recuperado de aquellas precursoras como Woody, Distrito 10 y Jardines en la zona universitaria. Pero también en Ciutat Vella con las míticas Tres Tristes Trigres o Calcatta, que fueron paradas obligatorias de la fiesta antes de coger el coche y enfilar la carretera de Pinedo o Ademuz.
Oferta variada
Había para todos los gustos, edades y bolsillos, según iba avanzando la noche. Un sur, Susos, Radio City, Mister Chus, Garage, Continental, Gasoil, Hipódromo Salsa, ACTV, Looping, Bésame Mucho o La Marxa eran sinónimos de amanecer, igual que la playera Caballito de Mar o Vivir sin dormir, uno de los locales que debería dar nombre a una serie, porque allí hubo más ‘bakalao’ que en toda la ruta junta, y antes que las destroy como Spook, Chocolate, Barraca, The Face, Pomelo, Puromoro, Puzzle, Bounty, Calavera, Bunker, Dreams Village, Heaven, Salitre, Hook, donde muchos se quedaron por combinar las pastillas con la carretera. Igual que en la pista de Ademúz, donde estaban Espiral y Karma (L’Eliana); Galaxie, Evento y Zona (La Pobla de Vallbona); y Dust (Llíria). Muy cerca también eras famosas Ku Manises, Bravatta, y Don Julio (Riba-roja), y en la antigua carretera de Barcelona fueron populares Resaca Playa (Port Saplaya), y Rockola y Espacial en Meliana. En l’Horta Sud marcaron tendencia Bony y Dandy (Torrent); Oh! Valencia (Benetússer-La Torre); Broadway y Sucre (Alfafar); Compás (Sedaví); Wiggle (Albal) y la tristemente conocida Coolor (Picassent) por el caso Alcàsser.
En la calle
Seguro que me he dejado muchas de las discotecas desaparecidas, por acción u omisión, pero queda demostrado que el sector fue de los más importantes. Su progresivo cierre se debió a un cambio de tendencia del ocio juvenil, donde ahora se pasa demasiado tiempo en internet. Algunos de esos expertos de la nada consideran que la generación Z baila menos, tiene menos sexo y está enganchada a Netflix. Irá por barrios, como siempre, pero una cosa está muy clara, si no hay oferta para pasar la noche en locales para el baile y la bebida en condiciones, se deja toda la calle libre para el botellón. Y ese problema de seguridad pública no lo para ninguna brigada especial de policía.
Un aeropuerto de ‘low cost’
Con las cifras de salidas y llegadas de turistas del Aeropuerto este verano, seguro que uno de cada dos valencianos ha ido hasta Manises para embarcar o esperar a algún ser querido. El boom de los vuelos ‘low cost’ ha hecho del aeródromo uno de los que más crecen en esta orilla del Mediterráneo. Pero a ese aumento no se ha correspondido unas instalaciones más modernas, ni la mejora de servicios. Siendo muy fácil llegar en metro, la deficiente frecuencia de paso por la noche, cuando más vuelos de salida y llegada hay, ha hecho florecer un negocio de aparcamiento oficioso que se puede contratar por internet, pero que mucho me temo que no cotiza ni el Ayuntamiento, ni en AENA. Por no hablar los intereses ocultos en todo el servicio público de taxi, propio de una república bananera.