Opinión | El ojo crítico
El factor suerte
Ha contado en alguna ocasión el escritor Antonio Muñoz Molina que gran parte de la responsabilidad de que sea escritor se debe a la suerte. En los años 80 Muñoz Molina era funcionario del área de cultura del Ayuntamiento de Granada. Un día se enteró de que se había puesto en marcha un nuevo periódico, Diario de Granada, cuya sede se encontraba en unas oficinas del centro de la ciudad. Una mañana se presentó en su sede y pidió hablar con el director. Cuando le pasaron a su despacho se dio a conocer y le pidió poder enviar un artículo semanal. El director aceptó. Tiempo después aquel periódico cerró así que Muñoz Molina decidió recopilar gran parte de aquellos artículos en un pequeño libro que él mismo autoeditó. Lo llamó el Robinson urbano. Él y sus amigos los repartieron por las librerías de Granada. Tiempo después llegó a la ciudad Pere Gimferrer, poeta y editor de Seix Barral, para dar una lectura de poemas. Después del acto un amigo de Muñoz Molina entregó a Gimferrer un ejemplar del Robinson urbano. Lo normal, en estos casos, es que los escritores que reciben textos y poemas de oyentes de sus conferencias se deshagan de ellos sin leerlos. Sin embargo aquella noche, Gimferrer, en el hotel, leyó el libro de Muñoz Molina. Y le gustó tanto que decidió que sería editado por Seix Barral.
A partir de entonces Muñoz Molina se tomó en serio su carrera literaria pero afirma que sino llega a ser por ese cúmulo de casualidades, que el director aceptara su artículo semanal, que Gimferrer fuera a Granada, que leyera su libro por la noche en el hotel, que decidiera publicar a un desconocido, es más que probable que hubiese dejado de escribir. Aquella llamada telefónica anunciándole que Seix Barral iba a publicar su libro resultó un acicate para tomarse en serio la literatura. Un cúmulo de pequeñas circunstancias cuya probabilidad de sucederse una tras otra era muy difícil terminaron ocurriendo. Eso es la suerte.
Se han escrito libros y películas sobre el factor suerte, sobre lo mucho que influye en nuestras vidas. Se dice que la suerte hay que buscarla como la inspiración, que sólo ocurre cuando se está trabajando. He conocido personas brillantes que no vieron despegar sus carreras por no estar en el sitio adecuado en el momento correcto. Y al revés, auténticos ineptos en los que alguien se fijó porque estaban sin hacer nada y aburridos. Es fundamental el trabajo bien hecho pero el azar también. Y por supuesto también ocurre en la política. Pedro Sánchez, que está a un paso de formar nuevo Gobierno, es el claro ejemplo de político al que todo le sale bien. Formó un Gobierno de coalición con un partido, el entonces Podemos, a la que los habituales agoreros no dieron una duración mayor de 2 años. Convocó elecciones generales cuando nadie daba un duro por él, especialmente dirigentes autonómicos de su partido e incluso dirigentes locales, como fue el caso del PSPV en la ciudad de Valencia, que achacaron su derrota electoral a una supuesta responsabilidad de Pedro Sánchez por errores cometidos. Sin embargo el presidente está, como he dicho antes, muy próximo a seguir en la Moncloa otros cuatro años. El trabajo realizado, y que ha sido reconocido por sus votantes por cuanto, no olvidemos, el PSOE no sólo no perdió votos sino que aumentó su resultado electoral, unido al acierto de convocar unas elecciones en el momento adecuado, ha resultado una jugada maestra para desesperación de la derecha y de manera especial para los medios de comunicación que apoyan de manera explícita al Partido Popular y a Vox.
Echo la vista atrás y pienso en las veces que la suerte ha influido en mi vida. Sobre todo en el campo laboral. Los pocos jefes y jefas que he tenido han sido personas envidiosas, poco formadas y con una tendencia alucinante a inventar excusas para ocultar su errores cuando no me los achacaban a mí directamente. Qué distinto hubiese sido todo si hubiesen sido personas normales, educadas y con voluntad de crear equipos de trabajo que pensasen en el bien común y no en colgarse ridículas medallitas. Pero al mismo tiempo recuerdo con cariño y afecto a un buen puñado de personas que me ayudaron en distintas situaciones, todas distintas y variadas, cuando podrían no haberlo hecho. En un viaje, en un pequeño lío laboral en el que me había metido, en medio del mar cuando hacía windsurf por algún problema que podría haber sido serio o también cuando era niño. Tuve la suerte de encontrarme a la persona correcta cuanto más falta hacía. Y sobre todo con mis hijos. Niños cariñosos, responsables y educados a los que les gusta el deporte y levantarse temprano, como a mí. No tienen ninguno de mis defectos. Además sacan buenas notas. No les gustan los videojuegos y están deseando viajar a Grecia conmigo. Por si fuera poco aborrecen el reggaetón y todas esos cantantes españoles que están tan de moda ahora que no se les entiende cuando cantan ¿Consecuencia de una educación? Puede ser, pero sobre todo hay un factor suerte ineludible.
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