Opinión | Ágora

València

Israel y Palestina: de la violencia tolerable al infierno esperable

Las débiles relaciones entre palestinos e israelíes moderados han estallado por los aires. Los destellos de aquel lejano choque de manos entre Arafat y Rabin en los jardines de la Casa Blanca son un sueño de una noche de verano, así como los acuerdos de Oslo. El objetivo de destruir a Hamás en su propio nido va a suponer la pérdida de muchas vidas humanas para ambos contendientes, incluidos muchos civiles. Y si la brutalidad de Israel es excesiva puede soliviantar las calles de muchos países árabes moderados, que empezarán a tener problemas internos. Estamos ya viendo manifestaciones muy numerosas. Sin olvidar las reacciones antisemitas que pueden darse en muchos países y ya se aprecian. Estos riesgos son reales y los dirigentes israelíes lo saben…y los mandatarios americanos y europeos, también.

En el año 2000 visité Gaza por segunda vez. En aquel momento se respiraba, a pesar de la precariedad, paz y proyectos. A partir 2006, después de que Hamás ganara las elecciones legislativas en la franja la situación fue deteriorándose. Ahora, lo más lamentable es que nadie sabe que hacer con Gaza. La leyendas cuentan que a los gazatis les gusta tomar el té con mucho azúcar…probablemente sea para endulzar la amarga vida diaria.

Esta situación es el mejor caldo de cultivo para el radicalismo político, propugnado por Hamás. La miseria, que conlleva una falta de futuro y esperanza para miles de jóvenes es la puerta para integrarse en sus filas pensando en una vana liberación. Y mientras ven lo bien que viven sus vecinos. La clave para entender la prolongación durante 75 años de ocupación israelí del territorio palestino es que hasta ahora la violencia era más o menos aceptable, incluso aunque se desborde de vez en cuando, también esto es tolerable. Cinismo puro de la política internacional. Ha habido temporadas de más violencia y otras de menos violencia, que siempre han acabado con un baño de sangre por el mismo lado. El razonamiento es bien sencillo. A Gaza la tenemos callada con nuestra limosna y a Hamás encerrado entre los muros -cuentan las leyendas que Hamás fue creado por el Mossad, en los años de plomo, para restar liderazgo a Arafat, pero a alguien se le fue de las manos en su momento. Y, por otro lado, a Cisjordania le damos unas migajas de poder con la Autoridad Palestina, y de paso nos controla el gallinero. Así de frío y real. Sin olvidar el sangrante tema de la división entre los palestinos, que ha contado también en este desenlace. El diálogo entre Hamás y la OLP, partido mayoritario que sostiene la Autoridad Nacional Palestina, no sólo es inexistente, sino indeseable por ambas partes, ya que mantienen estrategias político militares muy distintas. Unos mantienen la esperanza de que las aproximaciones de los países del Golfo y algunos países árabes moderados, y últimamente Arabia Saudí a Israel conllevará un día un Estado Palestino y un tratado de paz; mientras que Hamás sólo piensa en destruir a Israel como única vía para lograr la creación de un Estado. Dos posturas irreconciliables, y que para Israel les deja sin interlocutor valido en el lado palestino, aunque les conviene mantener a la Autoridad Nacional Palestina. Tampoco podemos olvidar que diariamente, en un segundo plano, mueren palestinos en Cisjordania, 44 después del ataque de Hamas.

Este derramamiento de sangre, en estos momentos insisto, sólo Estados Unidos, la Unión Europea y algunos países árabes pueden pararlo. Una acción conjunta contundente de estos actores, forzando un un final negociado, y acompañando un proceso duro y complicado, que durante décadas han abandonado, ya que aparentemente el nivel de ruido mediático no era excesivo, y podía ser soportable para las opiniones públicas.

El problema es que, una vez más, en Estados Unidos ha empezado ya la campaña para las presidenciales, y sus actuales dirigentes miden bien sus pasos. El Secretario de Estado para asuntos exteriores ha viajado inmediatamente a Israel para asegurarle su apoyo a todos los niveles, y a pedirle que, si es posible, la venganza sea efectiva, pero que no se vea demasiado. En el Souk de Jerusalén pueden comprarse camisetas que con un avión de combate, cuyo texto reza así: «Israel, don’t worry, United States es behind you» (Israel, no te preocupes, Estados Unidos está detrás de ti). También otras que invierten los términos entre Estados Unidos e Israel. En fin, esto es la pura realidad. Estados Unidos, y su presidente, han afirmado reiteradamente su apoyo a Israel, pero últimamente están insistiendo en el tema humanitario, y en las reglas de la guerra, ya que temen que Netanyahu se les vaya de la mano y escale el conflicto. Los portaaviones norteamericanos en el Mediterráneo no apuntan a Gaza, sino son un elemento disuasivo para las tentaciones bélicas que pudieran darse en la zona a otros niveles.

Ahora sólo se habla de odio y de venganza. ¿Será posible re-establecer, el día después, unas relaciones ya sembradas de muchos cadáveres de decenios de luchas? ¿Qué pasará después del horror que hemos visto, estamos contemplando ahora y lo que vendrá a continuación? ¿Puede alguien parar este derramamiento de sangre? Sin duda el Papa Francisco y el cardenal Pizzaballa, Patriarca de Jerusalén estarán moviendo discretamente muchos hilos. Me consta que el cardenal tiene interlocución directa con Netanyahu y Abbas, pero la prudencia es la mejor opción en estos momentos tan delicados.

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