Opinión | Novaterra, viaje a la dignidad

Ni la política ni la economía...

Hablamos de lo Social. Sí, así con mayúsculas, puesto que es el territorio de la Sociedad. Es, en ese nivel más íntimo pero también más colectivo, donde se puede mejorar, y transformar, la vida de las personas. Y es, desde esa atalaya, donde la Fundación Novaterra ejerce su acción. No actuamos taponando las fracturas y las brechas sociales de una manera inmediata y concreta, que también lo hacemos cuando no hay más remedio, sino anticipando escenarios de plazos a escala humana y familiar. Lo nuestro, pues, queda dicho, no es la acción política ni, tampoco, la económica estrictamente. Sino la inclusión social de las personas que, por diversas razones, se han quedado fuera del sistema.

Consideramos por ello que, tras la constitución de un nuevo Consell en nuestra Comunitat Valenciana, hace ya unos 100 días, es el momento para recordarle cuáles son las tareas, en lo social, que debe impulsar y mejorar. El Estado del Bienestar, indiscutible en una sociedad democrática mayor de edad como la española, no debe ser cuestionado por ninguna formación política con representación en Les Corts. Los avances de ese modelo, en los últimos 50 años que han transitado a caballo entre dos siglos, han sido considerables y deben figurar con honores en la agenda política.

Si atendemos a la letra pequeña del Estado del Bienestar, es decir, lo que conocemos como sus pilares más tangibles, hemos de advertir de sus derivas y riesgos a la vista desde hace algunos años. La educación y la salud, aun contando con el sostén de la protección pública de un sistema previsor como el nuestro, hacen aguas en algunos aspectos por todos conocidos y los hemos señalado en este mismo espacio público, que agradecemos a Levante-EMV. Ni la escuela pública puede seguir siendo el contenedor de la mediocridad ni la sanidad pública puede citar a sus pacientes a más de un año vista. Urgen, sin duda, pactos que trasciendan fronteras ideológicas y rubricados por todas las siglas parlamentarias, para sacar a ambas estructuras de la batalla política del gobierno de turno. No basta con esta aspiración, es cierto, pero es la primera en la que nos debemos poner de acuerdo. Y luego proceder a las consabidas mejoras en su funcionamiento.

Y lo podemos lograr, al igual que en términos generales se ha hecho con las pensiones. Y aún no siendo una competencia autonómica, hemos de trabajar para que el escenario al final de la vida laboral útil, no sea el de un desierto financiero o una bajada a los infiernos de la exclusión económica.

Pensiones que, sin el complemento de una sanidad competente y que alcance a todos, no sirven de mucho puesto que, en ese estadio de la vida, es cuando más se van a utilizar dichos servicios sanitarios o sociales.

Aparte de los citados clásicos pilares del Estado del Bienestar, hemos de añadir desde finales del siglo pasado a los servicios sociales, que han abanderado y mantenido el tipo desde hace varias décadas. Pero la presión cuantitativa por el crecimiento poblacional y la merma que han traído a las familias las sucesivas crisis económicas, han llevado a la UVI a los servicios sociales públicos que no abarcan lo suficiente. En su auxilio ha acudido el llamado tercer sector, en el que se integra también Novaterra, pero que por sí mismo no puede suplir con la suficiencia debida el alcance de las necesidades globales. Se necesita, pues, el compromiso de un gobierno decente que se ponga, como meta y objetivo primordial, la defensa de los más débiles para garantizarles la igualdad de oportunidades en el acceso laboral.

Por último, y no menos importante, consideramos a la vivienda como el quinto pilar del Estado del Bienestar. Una necesidad acuciante en el panorama social actual y que lastra a familias e individuos a una exclusión asegurada. La tormenta perfecta que causa la escasez crónica de vivienda pública o protegida, unida a la alta demanda turística o residencial en muchas zonas tensionadas, aleja el innegable y constitucional acceso a un hogar en condiciones. Sin un techo y un suelo dignos, ni la juventud puede emanciparse ni basta el sueldo de un trabajo para acceder a lo que no debería ser un lujo: la vivienda.

Deseamos que el nuevo gobierno autonómico, salido de las elecciones del 28M, no retroceda en los avances conseguidos en los últimos años. E instamos, además, a que más pronto que tarde se acometan las reformas necesarias para la mejora en todos los pilares del Estado del Bienestar ya señalados. Desde la Fundación Novaterra nos ponemos a su disposición para acometer esta inaplazable tarea, junto al resto de asociaciones del Tercer Sector. Porque tenemos la convicción que, como ya advirtió Adam Smith hace más de dos siglos, «ninguna sociedad puede prosperar y ser feliz si la mayoría de sus miembros son pobres y desdichados».

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