Opinión | la columna

De la marginación a la inclusión, normalizando la diversidad

Me llamo Carmen y me gustaría hablar de Nicolás, uno de mis hijos. Tiene 36 años y una circunstancia que le acompaña toda su vida, el síndrome de Down. Ello la ha condicionado de forma importante, para bien y para mal, lógicamente limitándole en muchos aspectos pero, haciéndole muy fuerte en otros, aunque ello resulte más desconocido y por ello inesperado.

En la adquisición de la fortaleza tienen mucho que ver las personas que te acompañan, Nicolás ha tenido suerte y está rodeado de gente buena, en el mejor de los sentidos, gente que lo quiere por lo que es y que le da la oportunidad de avanzar siendo él mismo.

En estos momentos se incorpora a «esa gente buena» el CIPFP Vicente Blasco Ibáñez de Valencia, acogiendo a Nicolás como uno más en el primer curso de un ciclo formativo de grado medio, no sólo por la exigencia legal de atención a la diversidad, lo hacen con la voluntad de ayuda, de colaboración, que surge del convencimiento de la bondad de incorporar a las aulas la diversidad, como un regalo para todas y todos los alumnos, consistente en el conocimiento de la misma para adquirir a través de ese conocimiento, el respeto hacia ella.

Y lo hacen sin saber, ni por aproximación, lo que significa para ellas y ellos estar entre todos, ser reconocidos y aceptados: les da la fuerza que muchas y muchos consiguen tener.

Gracias por la actitud de todos, gracias por hacerlo posible del modo en que lo estáis haciendo.

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