Opinión | Ágora

Israel lucha contra el terrorismo

La lucha contra el terrorismo es un asunto de derechos humanos en el sentido de proteger a las personas de violaciones a su vida e integridad sin hacer ningún tipo de discriminación, como lo establece la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU, redactada después de la Segunda Guerra Mundial. Así debemos tener claro las diferentes manifestaciones del terrorismo y cómo se aprovecha de las coyunturas que azotan a las democracias liberales en Europa, Medio Oriente y el continente americano. Desde una Razón Comunicativa y Responsabilidad Solidaria, es necesario generar conciencia desde una filosofía crítica, reflexiva y deliberativa en relación con este flagelo que ha cobrado vidas más allá del conflicto entre israelíes y palestinos, como los dos turistas suecos asesinados en Bruselas. Al violentar derechos humanos por medio de la caza indiscriminada del Ser ahí en el mundo. El terrorismo se centra en la intimidación o coerción de poblaciones y gobiernos a través de amenazas y violencia, toma de rehenes, lesiones graves, tortura y muerte. Siendo necesario interceptar la financiación, movimiento y actividades de las redes terroristas, evitando futuras violaciones a los derechos humanos.

Los países tipifican en sus códigos penales el terrorismo en el sentido que es una forma de violencia política organizada, ejercida por individuos o células clandestinas que pretenden infundir miedo en sus oponentes. Utilizando la violencia, como una herramienta útil para sus fines sean nacionalistas o de índole religioso, al igual que de extrema izquierda o derecha e incluso la suma de dos de los anteriores. Otras veces esta táctica armada se combina con iniciativas políticas, sindicales o culturales, desarrolladas por organizaciones afines. Los terroristas siempre se rodean de pretextos para asegurar que no tienen más remedio que emplear la violencia y que fueron otros los que empezaron primero la agresión. Haciendo creer a la población civil que son las auténticas víctimas de cualquier conflicto armado, al discutir y competir por el legítimo monopolio de la violencia ejercida por los Estados de derecho que aspiran a sustituir. El terrorismo es una expresión de violencia clandestina que actúa de forma ilegal y secreta, eludiendo la acción de las fuerzas de seguridad y justicia. Provocando un mayor aislamiento y radicalidad de los grupos a diferencia del ejercido por guerrillas o ejércitos regulares. Las organizaciones terroristas actúan tanto en dictaduras y democracias, persiguiendo objetivos políticos desde un proyecto de poder dirigido contra un gobierno, una organización o parte de la sociedad. Este artículo no busca establecer una jerarquía de cuál amenaza es más letal para las libertades, al catalogarla como moralmente más nociva. Porque todas ellas pueden serlo dependiendo del caso, aunque desde un criterio filosófico lo que distingue al terrorismo de otras manifestaciones que utilizan la fuerza, es que se expresa en forma de violencia política clandestina. Los terroristas, no suelen conseguir sus metas no obstante pueden alcanzar objetivos concretos, polarizar a la opinión pública o deshumanizar al otro sembrando el miedo en la población. Situaciones que están ocurriendo reflejadas por comentarios polarizados en las redes sociales y tan extremos como el mismo conflicto.

El terrorismo necesita generar impacto propagandístico a través de los medios de comunicación, aprovechando el efecto que provocan sus atentados. Difundiendo sus exigencias, torturando, matando, hiriendo y secuestrando personas. Todos los terrorismos comparten las características descritas, pero difieren en ideología, ámbito de actuación o tácticas utilizadas. Algunos como el terrorismo de Hamás recurren a todo tipo de armas, incluyendo improvisadas provocando matanzas indiscriminadas en la población civil. Esto debe hacer pensar al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, quien justificó el terrorismo de Hamás, contra la población civil israelí, los secuestros, violaciones, torturas y asesinatos de niños, ancianos, mujeres, hombres y soldados, recurriendo a una falacia de autoridad o argumento ad verecundiam. Siendo improcedente porque la autoridad citada debería ser experto en la materia…

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