Violencia machista como metodología

Ángeles Sanmiguel

Ángeles Sanmiguel

 “Vejarme, ridiculizarme, humillarme, desear mi muerte, deshacerse de mí, inyectarme insulina y morfina para simular un ataque cardíaco, desmembrarme, hacer desaparecer mi cuerpo, me decía que sabía perfectamente como lesionarme sin dejar huellas ni hematomas”, relata una víctima de violencia machista. Huir es la salida pero no es tan fácil cuando las circunstancias no son propicias para lanzarse a la calle sin medios, sin la valiosísima red de apoyo, con hijos e hijas de por medio y animales de compañía. Hanna Jarzabek, fotógrafa polaca, en su trabajo colgado en una de las salas del Centro Cultural de La Nau (Universitat de València) durante la exposición titulada “Art contra la violencia masclista” trata de reflejar la “posibilidad de supervivencia más allá de la violencia”.

“La indefensión que muchas veces sentimos las víctimas” declara la joven madre confidente. “Yo tuve protección policial, pero me la dieron veinticuatro horas, te sientes muy bien las veinticuatro primeras horas ¡uah, esto funciona! hacían rondas por debajo de mi casa, nunca los veía, al mes, más o menos, ya ni rondas y luego se acabó” Llegado el momento del divorcio, “no te ponen paraban, no te ponen ningún tipo de protección psicológica, yo tuve a mi maltratador a dos metros de distancia, mi madre se tuvo que poner en medio porque me estaba fulminando con la mirada descaradamente”. ¿Por qué siguen faltando medios, dinero, profesionales, atención psicológica para los casos de violencia machista? ¿Por qué las mujeres han de sufrir maltrato institucional en los trámites? “He solicitado orden de protección para mi hija que tenía en ese momento cinco meses y no me la dieron porque al bebé no le había pasado nada” en base a lo cual “le dieron cinco días de visita a la semana, un bebé que todavía estaba mamando, que la teta es a demanda, o el biberón, yo no me puedo despegar de mi bebé dos horas y media cuando está tomando teta, ¿y le dan dos horas y media cinco días a la semana?”. Aunque en esta ocasión la víctima ganó el caso la irracionalidad se mantuvo, el fiscal pidió orden de protección para la mujer durante diez años pero la bebé quedaba al albur del maltratador, entonces, rememora, “pido protección para mi hija” obteniendo como respuesta algo probadamente irracional y peligroso como se viene dramáticamente comprobando: la desprotección de hijos e hijas ante la violencia vicaria. “Me dicen que no estaba en el escrito de acusación porque al abogado de oficio se le ha olvidado”, algo propio de jurisprudentes sin capacitación en casos de violencia de género, un profesional que “igual es uno que te lleva un acuchillamiento que te lleva un fraude fiscal, y como se le ha olvidado pues ahora no se puede pedir porque causa indefensión del acusado y ¿la indefensión a la niña no la tocamos? ¡Es una vergüenza porque si esto le estuviese ocurriendo a los hombres hace veinte años que habría un pacto de estado y estaría muchísimo más controlado, muchísimo más ágil!”. Pasados tres años, tras denunciar, se celebra el juicio. “¡Es una vergüenza! mientras tanto tú tienes que seguir con tu vida, soy consciente de que soy una privilegiada porque tengo mi casa y tengo mi trabajo y ¡este ser! no aparece por la vida de mi hija porque o si no mi vida a estas alturas sería un infierno que es lo que le ocurre al noventa y nueve por ciento de las mujeres que deciden quitarse una lacra así y el Estado, en lugar de apoyarlas, es otro obstáculo” empecinándose en hacer revivir el trauma innúmeras veces, “a ver, cuéntanos tu situación otra vez, y otra vez, y otra vez ¡es desquiciante!”.

También el Arte tiene sus víctimas, mujeres que no encajan en un sistema netamente patriarcal y misógino las utiliza bajo conceptos de abuso, aderezo o extravagancia, los siglos han demostrado que el cepellón de esta aberración es tan profundo que atraviesa cualquier territorio brotando en espacios sociales de muy diversa idiosincrasia atrapando también a mujeres creativas en una maraña lúgubre, silenciosa y de completo ninguneo cuando no de ataque directo y abolición, siempre auspiciada por la perdurable pedagogía reglada y por los poderes de cada momento. Mujeres sentenciadas a la violencia machista nunca han sido respetadas ni reconocidas sus dotes. Maruja Mallo (Ana María Gómez González -“Marúnica”), pintora surrealista gallega, sublevándose a los estereotipos femeninos cosechó críticas machistas en su entorno, defensora de la igualdad de géneros y exiliada por su compromiso con la República española, en la exposición antedicha tiene una de sus obras colgadas cuyo texto descriptivo apunta: “Las mujeres no son musas, son protagonistas de la creación”

“Yo creía haber encontrado al hombre perfecto, él me contaba que buscaba una buena mujer en la que confiar porque había tenido anteriormente dos relaciones serias”, la segunda con matrimonio e hijo, como muchos maltratadores este sujeto también se victimizó para cautivar a su nueva presa echando pestes de su exmujer y aseverando que “quería estar con él por su posición” teniendo un hijo con el propósito de lograr “una pensión económica”. ¡Siempre las mismas estratagemas y palabras! Deslumbrada y conmovida la víctima cae en la trampa, “me parecía que había encontrado un mirlo blanco” - reseñar que al maltratador en cuestión “no le gustaban los animales”-. La seducción psicológica en una relación tóxica es tal que logra hacer abandonar casa, enseres e independencia a su presa quien poco a poco vislumbra la verdadera faz que se esconde tras la careta y su horripilante mueca que, en porcentaje altísimo de individuos, está acrecentada por las drogas. Alcohol, vicios, ludopatía, narcisismo, psicopatía, egocentrismo, suelen guarnecer a maltratadores. “Tomaba gran cantidad de pastillas ansiolíticas, antidepresivas e hipnóticas, tomaba unas doce pastillas diarias a distintas horas”. A partir del primer día de convivencia el delincuente marca su estatus convirtiendo a la mujer en sierva. “La convivencia era una bomba de relojería”. Al surgir las líneas divisorias marcadas por el maltratador todo toma cuerpo. “Entiendo que esto no te guste pero yo llevo mucho tiempo viviendo solo y esto es lo que hay, ahora no voy a cambiar, si no te gusta ahí tienes la puerta. Una noche me encontré en la calle, lloviendo, con una maleta y mis dos animales (perro y gato). En varias ocasiones sin móvil, tarjetas, en pijama, me sacaba a empujones de la casa, luego se justificaba con que era una broma”. Delincuentes maltratadores siguen teniendo el beneplácito de una gran cantidad de personas e incluso en casos históricos eximidos socarronamente de su delito como el caso del “jurat en cap” Francesc de Vinatea quien asesinó a su primera mujer embarazada, “el feto fue arrancado de su vientre por el propio Vinatea”. Pues bien, ahí está su estatua en plena plaza del Ayuntamiento de València. Conmemorando el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres que anualmente se celebra el veinticinco de noviembre, en la muetra de La Nau también se exhibe “Señora B” obra realizada por la artista Mavi Escamilla en dos mil diez donde se explicita por escrito: “El poder económico para romper a las mujeres” .

“Cualquier cosa que hacía o decía podía desencadenar su ira, incluso si no hacía nada”. Promesas de cambio y súplicas son puntos clave en el argumentario del maltratador. “Que yo era el amor de su vida, que era un bocas, que hablaba desde el dolor por sus anteriores relaciones”. Y, ¿qué mejor maniobra para aniquilar que el aislar? “Se acabaron mis entrenamientos, mis amistades pues todos buscaban aprovecharse de mí (según él), mi peña ciclista”. Tener donde refugiarse es básico e ineludible, ¿cuántas mujeres han de volver junto a su maltratador padeciendo superlativas violencias como represalia? ¿A qué esperan las instituciones gubernamentales para adjudicar hogares perennes a víctimas de esta monstruosidad? ¿Cuántas mujeres son maltratadas por defender su maternidad? “Juraba que iba a cambiar por nosotros como familia”. En todo el cosmos de la violencia machista el astro central es la enseñanza espejo, “padre exmilitar franquista de ultra derecha, maltratador reconocido de sus hijos, madre en tratamiento psiquiátrico con dos intentos de suicidio”. Denunciar cuando a corto o medio plazo es obligado retornar al tártaro y padecer la ferocidad más encendida del leviatán particular siempre es una inmolación. “Su paranoia creció exponencialmente, me requisaba el móvil por si había grabado sonido e imagen cuando me amenazaba, gritaba e insultaba”. Mujeres recién paridas, tanto por cesárea como parto natural, vuelven a casa y sus maltratadores les exigen cumplir con todos los trabajos domésticos a rajatabla, como si tal cosa, retomando ipso facto puñetazos y patadas en puertas, insultos, empujones, amedrentamientos y una insana retahíla de terrores. “Recapacité sobre lo que quería en mi vida y sobre todo lo que mi hija merecía, fui consciente del daño psicológico e incluso físico que le pueden llegar a hacer estas situaciones -nos miraba asustada cuando escuchaba a diario gritos en casa-”. Cuando el maltratador sabe que ha perdido la baza persigue, acosa, aparca el coche frente a la puerta de su víctima, vigila su cotidianidad, “empieza el bombardeo de emails -más de veintidós al día- multitud de llamadas de “Wasap” para que regrese con él. Intentó entrar en mi casa con dos personas, me amenazó con estamparme con el coche, con la niña dentro, en una de las visitas que tuviera por el régimen de visitas. Me entró mucho miedo por mí y por mi hija y decidí denunciar”. En palabras de esta víctima: “Espero que mi testimonio sea útil para intentar que esta lacra se visibilice y de esa manera educar a las generaciones futuras y presentes para poder erradicarla”

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