Tribuna abierta

Movilidad sostenible: más hechos y menos palabras

María Pérez

María Pérez

Aún se considera el cambio climático como un problema lejano y abstracto, algo que afectará a las generaciones venideras, pero no a nosotros mismos. Algo que hay que combatir, pero no aún, algo por lo que todavía no merece la pena modificar algunos hábitos.

Sin embargo, la contaminación ya es una realidad tangible en nuestras propias ciudades, incluso en València. Los datos lo demuestran firmemente, más del 49% de nuestros barrios, según el estudio de la Universitat Politécnica, superan los niveles de contaminación establecidos por la OMS y Europa, aunque algunos aún prefieran mirar hacia otro lado.

Y es que mirar hacia otro lado resulta más sencillo, más cómodo e incluso puede generar cierta aceptación a corto plazo en una parte de la sociedad porque significa no tener que cambiar nada en nuestra forma de proceder, ¿pero alguien piensa realmente que es lo responsable? ¿Qué refleja a la sociedad valenciana en 2023?

Como sociedad avanzamos cuando entendemos que modificar ciertos hábitos individuales se traduce en un progreso colectivo. Como sucedió con el tabaco hace varias décadas. Nadie cuestiona ya sus efectos sobre la salud, ni los riesgos.

Pero es que el caso de la contaminación requiere un extra de responsabilidad política. A menudo se olvida que la contaminación es una «externalidad negativa» que genera consecuencias no sobre quien decide desplazarse de una u otra forma, sino sobre el resto. Y ahí es donde las instituciones deben tomar decisiones en beneficio del interés general.

La sociedad y las empresas están cada vez más comprometidas con la sostenibilidad, introduciendo cambios reales que mejoren sus procesos desde el punto de vista medioambiental y social, en cambio, en los últimos tiempos, cuando miramos a nuestro Ayuntamiento, vemos retrocesos en lugar de progreso

Al hacer balance de este 2023, y a las puertas de la capital verde europea, resulta sorprendente haber tenido que debatir si en esta ciudad había contaminación, observar que se ha incrementado el espacio para el vehículo privado en ciertas calles en detrimento del transporte público, que se ha llevado el transporte público a espacios conquistados por los peatones cuando había alternativas que permitían hacerlos convivir, o que se haya renunciado a proyectos que recuperaban espacios para el peatón en la ciudad sólo porque los había diseñado el gobierno anterior.

Y en realidad, es lo que ha ocurrido. Hemos asistido a los primeros retrocesos en la escala de prioridades de la movilidad sostenible. A los primeros pasos hacia un modelo de movilidad del pasado, con una mirada miope de la Valencia que queremos.

Valencia tiene por delante en 2024 retos de movilidad por resolver que necesitan luces largas si queremos una ciudad a la altura de las exigencias sociales en materia de sostenibilidad. Deben mejorarse las conexiones con los barrios y los pueblos de la ciudad, las frecuencias de transporte público y apostar con firmeza por una visión metropolitana. Es necesario seguir recuperando en cada barrio, espacios peatonales, de convivencia y avanzar en las renaturalizaciones urbanas. Es importante pensar en el futuro de la distribución y logística de la ciudad y en alternativas innovadoras sobre vehículos compartidos.

La ciudadanía valenciana merece un cambio real y con hechos hacia una movilidad más sostenible. Cada acción, tiene una reacción. Cada política de movilidad, cada zona de bajas emisiones, cada espacio público recuperado, tiene el potencial de cambiar nuestra ciudad para mejor o para peor. Es responsabilidad de este Ayuntamiento asegurarnos de que sea para mejor.

Valencia no puede permitirse el lujo de retroceder, no siendo capital verde, no cuando Europa nos observa como un modelo de transformación y compromiso ambiental.

Y este es el gran reto de la movilidad de València en 2024: el compromiso a no solo hablar de cambio, sino a ser el cambio.

Tracking Pixel Contents