La misma puta cosa
Todas las personas que se agitan en el interior del establecimiento al que me han traído las rebajas viven dentro de un cuerpo complejo, compuesto de diversos órganos conectados entre sí. Mientras comprueban precios y valoran calidades, su estómago hace la digestión del desayuno. Nadie es consciente de la actividad de su corazón o de su bazo como el automóvil no es consciente de su carburador. Yo soy una de esas personas que van de un lado a otro en el interior de su cuerpo. No podría ir fuera de él, porque quizá mi cuerpo y yo seamos la misma puta cosa, asunto contra el que me rebelo. Me rebelo dentro de un estrecho probador en el que hay dos espejos muy grandes que multiplican la ansiedad consumista.
La idea de ser mi cuerpo, y solo eso, lo que conlleva la incapacidad de prescindir de sus servicios, me produce una suerte de incómoda disociación, de modo que renuncio a probarme la camisa y salgo a tomar aire, a tomar aire acondicionado, quiero decir, pues no hay ventanas en estos grandes almacenes (no las hay en ninguno). Me pregunto si las frases que nos vamos diciendo mientras examinamos los precios de los productos rebajados son meras secreciones del cerebro, como la bilis es una mera secreción del hígado. «Esta chaqueta está bien, estos pantalones son horribles, los dibujos de estos calcetines tienen gracia», me escucho decir para mis adentros. Segrego esas oraciones gramaticales sencillas al tiempo de doblar la columna vertebral para acercar el rostro a la etiqueta de una gabardina muy rebajada. Otro consumidor, a mi lado, dice en voz alta:
-No sé si vale la pena pillar una gabardina a estas alturas del año.
Se lo dice a la mujer que lo acompaña. Pero es lo que estaba pensando yo también. Quizá la gabardina está tan rebajada por eso, porque, si resisto un mes más sin ella, dejaré de necesitarla. Y al año que viene Dios dirá.
-Al año que viene Dios dirá -dice el hombre, como un eco de mi pensamiento.
Pues eso, que salgo sin llevarme nada para este cuerpo en el que no me queda otra que viajar porque lo más probable es que él y yo no seamos cosas diferentes.
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