Opinión
Cuídense de ellas
El éxito de Nadal (como persona, no como tenista) estaba basado en su normalidad. Esto era lo que a la gente le encantaba: que era normal. Rico y normal, famoso y normal, afortunado y normal. En muchas ocasiones escuché decir que se trataba del yerno deseado por cualquier familia normal. De ahí la extrañeza que ha producido su decisión de convertirse en embajador del tenis (o algo así) de un país con estructuras medievales desde cualquier punto de vista que se observe. Pero la normalidad, hipócrita lector, mi semejante, mi hermano, siempre ha sido muy peligrosa. Recuerden lo que ocurre cuando se entrevista a los vecinos de alguien que ha cometido un acto horroroso como, no sé, el de ir a comprar el pan con la cabeza de tu madre, recién decapitada, bajo el brazo:
-Pues se trataba de un hombre muy normal, muy educado -dice la vecina del cuarto.
-Siempre me daba las buenas tardes -asegura el vecino del tercero.
-A mí me ayudaba con las bolsas de la compra -remacha la portera de la finca.
Nadal no ha cometido algo tan atroz, pero denle tiempo porque es el epítome (signifique lo que signifique epítome) de la normalidad. Era (es) tan normal que prefería conducir un KIA a un Mercedes. Se lo escuché decir en una entrevista en La Resistencia, el programa de Broncano. Por supuesto, el tenista tiene en su garaje varios coches, cada uno mejor que el anterior, pero como sus gustos eran normales, prefería pasear con el KIA. Hace cuatro o cinco años salió una biografía suya sobre la que me abalancé, aunque no me interesa el tenis. Pero acababa de leer la de Agasi, que me pareció apasionante. Pues bien, tuve que abandonarla en la página 15 porque era un puro encefalograma plano. ¿Por qué? Por la normalidad.
De todos modos, no dejé de seguirle la pista porque temo a las personas normales más que a un tifón. Y no me ha defraudado: ahí lo tienen: embajador de un país en el que la pena de muerte se prescribe como la aspirina, en el que hay esclavismo o en el que las mujeres son consideradas legalmente menores de edad. ¿Y lo hace por necesidades económicas? No, lo hace por gusto, porque a las personas normales les gustan cosas raras. Cuídense de ellas.
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