Opinión

Roca Rey, honestidad brutal

Lo que se vivió el domingo en Las Ventas es lo que le ha hecho ganar la Concha de Oro a Albert Serra: la escalofriante parsimonia del torero peruano para jugarse la vida sin alarde alguno

Andrés Roca Rey, en un momento de su faena tras ser cogido en la plaza de toros de Las Ventas

Andrés Roca Rey, en un momento de su faena tras ser cogido en la plaza de toros de Las Ventas / LEVANTE-EMV

Una cornada con dos trayectorias de 15 centímetros en el glúteo de pronóstico grave que le impidió lidiar al quinto de la tarde. No paseó ni siquiera la oreja, sino que se dirigió a la enfermería para tumbarse directamente en la camilla del quirófano con el nervio ciático pendiente de un hilo. Ese es, por ejemplo, el precio de la honestidad brutal de Andrés Roca Rey en la plaza de toros de Las Ventas.

Al final de temporada, con todo hecho, la categoría adquirida desde hace tiempo tanto en los despachos como fuera de ellos, con una finca ya en su propiedad si entendemos la finca como sinónimo de billetes, los tendidos llenos de cada día, la conexión con la juventud, el aliento renovador a la fiesta y se planta en la Feria de Otoño con una tremendamente violenta corrida de toros de Fuente Ymbro, tanto de hechuras como de comportamiento, tan belicosa, tan correosa también… Un trago. Un gesto de verdad. Para el que lo quiera entender, claro.

A pura verdad

Y esa es, a pesar de una parte del tendido de Las Ventas precipitado por la polarización y la intransigencia -por no utilizar la palabra odio-, también la raíz intrínseca de su tauromaquia, según la concepción que el joven torero peruano ha venido mantenido año tras año hasta llegar a la cima del número uno: sin apariencias, a pura verdad, trascendiendo la órbita de lo meramente taurino cuando se manifiesta con esa intensidad. Lo que le ha hecho, en definitiva, ganar la Concha de Oro del Festival de San Sebastián a Albert Serra con 'Tardes de soledad', la película documental que él mismo protagoniza.

Con una escalofriante parsimonia para jugarse la vida sin alarde alguno, basándose en su colocación y su sinceridad. Con su padre Fernando apretando los dientes en el callejón mientras Roca Rey traspasaba los límites convencionales de la vida pasándose el toro por la barriga y esquivando las bombas fieras de la cornada. Le avisó, la asumió y se la dio en el sitio en el que se dominan a los toros. También con su hermano saltando de su trinchera para salvarlo a pie de guerra, sin importarle la abrasadora lava del volcán que escupía Madrid sin piedad. Sin sensibilidad, que es lo último que puede ocurrir en una plaza de toros.

Así fue la dramática cogida de Roca Rey en Las Ventas

Levante-EMV

La batalla ofrecida a "Soplón", número 48, que así se llamaba el toro de Fuente Ymbro que le quiso arrancar la cabeza cuando lo cogió certeramente en busca del cuello, fue de una categoría de verdadera figura. Intensidad y verdad, es decir, emoción y corazón. Tremenda. Porque el toreo es ese mundo auténtico de sensaciones esfumadas en la lejanía para muchos y que en el momento supremo de la verdad del ruedo vuelven a revivir en nosotros para siempre.

El Tendido 7 y sus adyacentes

A partir de ahí, es preciso rasgarse las vestiduras con el Tendido 7 y sus adyacentes, donde cada vez más habitan postulados comunes de inconsciencia consentida: a mayor intransigencia, menor exigencia. Algunas de sus protestas parecen normas impuestas bajo el desencanto e indignan al resto de la plaza de toros por el despotismo mostrado. Sobre todo, cuando torea Roca Rey se genera un enfrentamiento constante, pero ¿por qué emana tanta falta de respeto a base de gritos a un torero herido que sigue jugándose la vida? ¿Dónde cabe la deferencia al ritual del toreo?

Irreparablemente, esto no termina aquí. El San Isidro del 2025 está a la vuelta de la esquina. Y Roca Rey seguirá impávido en la conquista de su camino de una manera tan coherente y a la vez tan radical: seguir siendo el número uno. En la plaza de toros de Las Ventas o donde sea. Y esa es su verdadera grandeza.

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