Opinión | Punto y aparte

Crisis de la vivienda: cuando los ayuntamientos sorteaban pisos

La situación no ha cambiado y por un pequeño piso en un humilde barrio de Torrent, con un baño y sin garaje, alguien pide 1.000 euros al mes. Un ejemplo más de la locura del mercado inmobiliario en este país.

Las inmobiliarias se quedan sin pisos para vender o alquilar en Valencia

Las inmobiliarias se quedan sin pisos para vender o alquilar en Valencia / Germán Caballero

No les voy a mentir: ha habido tantas noticias esta semana dignas de merecer, por si mismas, un extenso artículo monotemático de opinión que apuntar con atino y sin desenfocar no ha sido tarea sencilla. El deseado retorno de la Copa del América a València, el caso Ábalos, la manifestación de la poca y cara vivienda, sus señorías votando unánimemente con la ultraderecha en las Corts un 'paro' de 57.000 euros, el fiscal pidiendo el ingreso de Zaplana en prisión por riesgo de huida, la caída libre a un pozo sin fondo del Valencia CF y el culebrón del Nou Mestalla, cuyo esqueleto triste nos recuerda cada día en qué tipo de 'embolaos' nos metíamos, nos metemos y, parece que nos meteremos de nuevo, los valencianos. Semana completa donde solo ha faltado Camps 'perxant' plácidamente por l'Albufera y que alguien manifestara públicamente que cualquier evento es bueno para la ciudad porque pone a 'València en el mapa', y A Punt está obligada, inmediatamente, a lanzar un Conta'm al estilo del de Imanol Arias y Ana Duato, pero sin fraude fiscal a ser posible.

Un clamor justo

De todo ello, sin duda alguna, me quedo con el honesto y digno clamor por la vivienda. Más legítimo, imposible. Si tienen dudas, regístrense en cualquier portal inmobiliario ya sea para comprar o alquilar, y agéndense un paquete de kleenex o diazepam, según sea su naturaleza emocional, porque lo que le llegará duele. Duele por el precio, ya de por si de locos; duele por el contenido, por lo que vemos lo poco que nos ofrecen por ese precio desorbitado; y duele el insulto y la falta de respeto. Hace tres años, escribía un artículo que llevaba por título 'Corrales a precio de chalet'. En él, plasmaba lo que comenzaba a apuntarse ya en ese momento y luego se ha normalizado hasta dejar de escandalizarnos: la venta de algo semejante a una casa de aperos del campo sobre suelo rústico, de 49 metros cuadrados, con dos habitaciones por 99.000 euros. 'Tu propio rancho', apuntillaban como si esta caseta de secà de Torrent fuera, en realidad, un maravilloso enclave situado en Texas. La situación no ha cambiado y por un pequeño piso en un humilde barrio, con un baño y sin garaje, alguien pide 1.000 euros al mes.

Hace poco, les contaba también en 'El lujo de encontrar piso en València', la angustia vital de una amiga separada que no podía abandonar la casa conyugal porque ninguno de los dos puede pagarse por separado lo que cuesta actualmente un piso en alquiler. Y ahí están, con el corazón roto por una relación que ha muerto tras muchos años de unión y tragandose las lágrimas, por necesidad, bajo un mismo techo. Porque historias como ésta hay miles, tantas como personas salieron a la calle en la manifestación del sábado. Historias como la de una maestra que ha visto su barrio tomado, en pocos años, por los pisos turísticos, y que clamaba por la pérdida de derechos, de bienestar y de identidad. O como la del joven estudiante al que, en cuatro años, le han cuadruplicado el precio de la habitación y que ha llegado a cuestionarse si podía o no acabar la carrera; la veterana comercial que ha tenido que renunciar a un ascenso al no poder costearse, ni con la subida salarial, un lugar digno, o como la de la familia ecuatoriana que, literalmente, ha alquilado un bajo comercial para vivir, con una menor a su cargo, porque es lo único que podían costearse.

Recientemente, una compañera periodista me preguntaba si me acordaba de cuando en los pueblos 'se sorteaban los pisos'. Porque eso ocurrió en la C.Valenciana y muchos de ustedes también lo tendrán en la memoria. Algunos municipios, como el mío, destinó en el año 2005 un total de 308 viviendas a precio asequible para jóvenes en la entonces futura zona de expansión de la ciudad, que se sortearon en un acto público bajo notario en el pabellón municipal de Deportes, ante cientos de personas.De hecho, todos tenemos en Torrent o en Paterna un amigo al que le tocó, un conocido, el 'fill' de tal etcétera. No los regalaban, obviamente, pero los precios eran mucho más asequibles - entre 59.000 a 112.000 euros- y permitió a más de un joven disponer de una vivienda en la, ahora, exclusiva zona torrentina de Parc Central, donde nada baja de los 250.000 euros. El acto público del sorteo no gustó a mucha gente, que consideró que se montaba un 'show' con una necesidad real, la vivienda, pero sus defensores alegaron que el objetivo era evitar acusaciones de amaño en una acción pública, con notario presente. Sea como sea, todo esto ya es historia pero no puedo evitar imaginar si ahora sería posible un sorteo así, más que nada por la gran carencia de VPO construida desde entonces. En mi pueblo y en todos lados.

Noticia de marzo de 2005 con el primer sorteo de VPO en Torrent.

Noticia de marzo de 2005 con el primer sorteo de VPO en Torrent. / Levante-EMV

Y ya para acabar, un titular complementario, 'Uno de cada tres diputados obtuvo ingresos inmobiliarios el año pasado', en el que mis compañeros en las Corts explican que un tercio de los representantes autonómicos tienen rentas por el alquiler de un piso, una casa, un bajo o un apartamentito en la playa. Aunque la opacidad caracteriza los informes presentados por sus señorías (no se trata de una declaración a Hacienda), es inevitable pensar hasta qué punto gran parte de la clase política es consciente de verdad de lo que está sucediendo con no poder tener un lugar en el mundo en el que vivir, más allá de aprovechar el drama de muchas personas y familias como arma arrojadiza entre ellos. Sin querer caer en el populismo barato, no puedo dejar de preguntarme si estas realidades o, por ejemplo, decidir por unanimidad implantar una paga por desempleo de 57.000 euros cuando un diputado abandona las Corts, no alejan más a los partidos políticos -cualquier partido político- de la realidad de su ciudadanía. No lo tengo claro. Pero mientras tanto, el abismo está ya aqui, tocando nuestros pies, los de nuestros hijos, sobrinos o amigos. Habrá quien nunca se preocupe por un techo, como no lo hicieron nunca sus antepasados, pero la mayoría de los valencianos y de los recién llegados a nuestra tierra sufre cada mes para costearse un sitio seguro. Y no hay sociedad digna que se precie de llamarse así si se levanta sobre el sufrimiento de sus ciudadanos. Ni una.

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