Opinión | tribuna
Cuidar más allá de la mística
Pedimos una adecuada red de infraestructuras de servicios sociales, con cuidados de calidad y reconocidos social y económicamente
La Asamblea General de las Naciones Unidas decidió recientemente proclamar el 29 de octubre como Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo con el objetivo de reconocer, reducir y redistribuir el trabajo de los cuidados, tanto remunerado como no remunerado.
Poner en valor los cuidados es una cuestión básica de derechos humanos y de justicia social, ya que todas y todos sin excepción seremos dependientes en algún momento de nuestras vidas, es decir, necesitaremos de los cuidados de otras personas. Obviamente, en una sociedad que se pretenda del bienestar será necesaria esta puesta en valor, la inversión en infraestructuras y la capacitación y dignificación de las personas que trabajan en este sector. Ahora bien, junto a este camino, hay que emprender otro, igual de necesario para la sostenibilidad del modelo: la reducción de la brecha de cuidados que recae, de manera muy mayoritaria, sobre las mujeres.
Es clave evitar que las mujeres quedemos atrapadas en las famosas tres CCC (criar, curar, cuidar). Hay dos caminos que transitar, los dos igual de importantes. Por una parte, es necesario poner en valor los cuidados para mejorar las condiciones laborales y retributivas de las mujeres trabajadoras, pero por otra es necesario incorporar a los hombres en los cuidados. Esa es la auténtica revolución y la única vía para la corresponsabilidad y la conciliación. Por tanto, sería necesario democratizar los cuidados, a través del reconocimiento de la centralidad social del cuidado, y socializar su responsabilidad. Si no se hace así, corremos el riesgo de que, al ensalzar la idea esa de los cuidados podemos caer en una nueva mística: de la mística de la feminidad de Betty Friedan a la mística de los cuidados. Hay que romper este yugo.
Cualquier reflexión sobre el imperativo universal del cuidado tiene que ir acompañada de ese objetivo que supone una de las principales fuentes de discriminación de las mujeres. Sabemos que, tanto en el ámbito privado como en el público, tanto si las tareas son remuneradas como si no lo son, son las mujeres quienes soportan el peso de estas tareas. Una realidad histórica que se arrastra hasta nuestros días y que supone un claro menoscabo en su desarrollo personal y profesional.
Este desequilibrio es visible en todos los ámbitos laborales y, en especial, en el ámbito del sistema público de servicios sociales. Desde UGT Serveis Públics PV llevamos tiempo pidiendo este cambio de paradigma. Los puestos de cuidado están afectados por la temporalidad y la precariedad y por la segregación horizontal y vertical. Observamos como las trabajadoras se encuentran en los escalafones más bajos de las tablas salariales, mientras que en muchos centros de servicios sociales las gerencias recaen en hombres. Además, son puestos con salarios muy bajos que, desde luego, no cubren ni la dedicación ni la exposición a las que están sometidas. No podemos olvidar que estas trabajadoras están expuestas a diversas formas de violencia: física, emocional o psicológica. Situaciones de agresión, insultos y amenazas dañan la integridad física y emocional de quienes están en primera línea de los cuidados y dañan su capacidad para proporcionar la mejora atención.
El reconocimiento y valorización de los cuidados implica una revisión de las políticas públicas y, desde luego, ni entendemos ni compartimos la inacción de la Conselleria de Igualdad y el incumplimiento del acuerdo alcanzado la pasada legislatura para homologar las condiciones de trabajo de este colectivo.
Como sindicato, pedimos una adecuada red de infraestructuras de servicios sociales, con cuidados de calidad y reconocidos social y económicamente. Sin embargo, es necesario también redistribuir estos trabajos de una forma más equilibrada entre mujeres y hombres. No habrá reducción de brechas si no se libera a las mujeres de la vinculación con los trabajos de cuidado. Si no, nunca escaparemos de su mística
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