Opinión | tribuna

València

El pueblo salva al pueblo desde lo público

Vaya por delante que el pueblo sólo puede salvar al pueblo desde lo público, desde las instituciones pactadas por todos nosotros y nosotras en democracia. Nuestro país ha vivido un desastre sin precedentes, una catástrofe que nos tiene en la desolación y que nos resta posibilidades para imaginar el futuro. Mucho se ha roto en nosotros, mucho se ha perdido en nuestra sociedad. Pero si algo sobrevive, no lo dudemos, es la confirmación de que sólo la democracia, el poder del pueblo, es la vía para salir de una hecatombe de estas condiciones, con 79 poblaciones asoladas y cerca de 850.000 personas afectadas. El impacto es enorme, el trauma es generacional.

Lo público es lo mejor que tiene este país y, de hecho, sin la filosofía de lo público no hubiese existido esa avalancha de ayuda ciudadana. Las voluntarias y los voluntarios siguen la idea de que, cuando es necesario, la empatía y la solidaridad son el camino. Eso es lo público. Arrimar el hombro, colaborar, apoyar a los necesitados, repartir equitativamente el esfuerzo, salir al rescate. Es el lema «sólo el pueblo salva al pueblo» pero bien entendido, sin intereses de nostálgicos de dictaduras pasadas. «Sólo lo público salva al público», diría yo para que no existiesen dudas.

Como en toda crisis, muchos exhiben su oportunismo. Simplificando, dicen: «El Estado ha fallado y hay que imponer un nuevo modelo de sociedad». No, rotundamente no. No nos vendan la moto de la dictadura, de los totalitarismos, del centralismo uniformizador. No, el Estado no ha fallado porque el Estado también es el ejército, los servicios sanitarios, los hospitales, la policía, los alcaldes y alcaldesas de los municipios afectados… El Estado democrático no ha fallado porque nuestra democracia es lo público y sólo con recursos públicos se sale de ésta.

Algunos influencer tienden a simplificarlo todo a través de sus mensajes infantiles. «No voy a pagar más impuestos», dice uno. Pero entonces, ¿cómo salimos de ésta? ¿Somos capaces de diferenciar la crítica partidista del respeto a las instituciones democráticas? La confianza en las instituciones y los agentes del sistema (gobierno, partidos políticos, parlamento, sistema legal y judicial) se desplomó tras la crisis económica de 2008 y hoy campan a sus anchas mensajes nostálgicos que quieren aprovecharlo. Pero una cosa es la coyuntura y otra bien distinta la estructura. Cuando manda la actualidad por encima de todo, se pierde profundidad, distancia, complejidad. Cauterizar una herida no pasa por matar a la persona. La gestión política puede y debe mejorar pero el sistema democrático y la apuesta por lo público no debe estar en cuestión. Los problemas coyunturales buscan una solución inmediata, los problemas estructurales, sin embargo, requieren gestión pública.

Nuestra sociedad va a vivir en adelante, desgraciadamente, en situación prácticamente de emergencia. El cambio climático es una realidad y se precisan transformaciones drásticas en nuestra forma de habitar este mundo. Es por ello que los servicios de emergencia deben ser fijos, públicos y fiables, como lo son ahora mismo, pero sometidos a un prestigio incuestionable. Sus dictámenes deben interpretarse como dogmas de fe. Porque lo público no puede estar sometido al enfrentamiento político. Es una institución, ligada a la ciencia, que no puede formar parte del debate político, ni ciudadano. Tampoco mediático.

Los dirigentes, para ser críticos, evidentemente, debemos ser autocríticos pero existe en la actualidad un interesado discurso que carga contra todo lo público y no podemos permitir que tome forma una impugnación del sistema democrático. La antipolítica siempre ha tenido los mismos intereses, que pasan por soluciones autoritarias y beneficios económicos de los privilegiados, en contra del pueblo, de espaldas a la gente. Una antipolítica que mama de un negacionismo que mata, cimentado en la mentira y la acientificidad, basada en la deslegitimación de lo público, de lo común. Sólo robustecer lo público nos salvará. En momentos de necesidad como los actuales, pero también en el día a día: cuando se padezca un cáncer, cuando escolaricemos a nuestros pequeños, cuando precisemos de la ayuda de la policía, cuando circulemos por las carreteras o nos desplacemos en tren.

Recuerden, por favor: Los bomberos son un servicio público. El ejército, la UME, la Policía, la Guardia Civil, los maestros, las sanitarias, las ONGs, las instituciones democráticas… Todo es servicio público. El Estado no ha fallado porque el Estado es mucho más de lo que algunos critican en momentos de incertidumbre. En momentos de crisis todo parece urgente pero sólo las vidas lo son. Y es que es necesario poner la vida en el centro. Porque toca reconstruir nuestra tierra, acompañar a los afectados y dignificar a las víctimas. Vienen tiempos difíciles y sólo apostar por lo público nos permitirá salir adelante. Vendrán días mejores, no perdamos la esperanza.

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