Opinión | Reflexiones

La hora de una diputación comprometida

La tragedia nos emplaza a cambiar el guion, las prioridades, la agenda y todos los énfasis. Esta ya no es la legislatura que tenía que ser.

Nada volverá a ser como era. La provincia de Valencia ha sufrido una de las mayores devastaciones en tiempos de paz que se recuerdan en Europa. El dolor, la rabia, el compromiso, la solidaridad y la esperanza se confunden en una mezcla desconocida de emociones que muchos compartimos desde que la dana nos partiera el alma.

En breve, la diputación aprobará sus cuentas para 2025. No puede ser un debate presupuestario más. Ha de ser un presupuesto cargado de sentimientos de justicia y compromiso. Como diría Celaya, un compromiso «hasta mancharse». Nunca mejor dicho.

La tragedia nos emplaza a cambiar el guion, las prioridades, la agenda y todos los énfasis. Nada que ver con un trámite ordinario. Esta ya no es la legislatura que tenía que ser. Nuestro deber es interpretar cada momento, cada necesidad, cada circunstancia y responder con nuestra mejor versión. La mejor versión de la política pensando en nuestros pueblos y en nuestra gente.

Ningún negacionista puede condicionar ni decidir nada en nuestras instituciones. No podemos seguir dependiendo de quienes niegan la emergencia climática, el papel del Estado Social o los servicios públicos como base de toda cohesión y convivencia democrática.

Inspirémonos, por ejemplo, en los grupos políticos de la diputación reunidos de urgencia en menos de 48 horas tras la pantanada de Tous y que, con la más absoluta colaboración del Ayuntamiento de Valencia, ya habían enviado en el primer día y medio más de cien camiones a la zona afectada, como recogen las actas de aquel pleno.

Evoquemos aquella diputación que desde la Casa de la Misecordia coordinó la llegada de ayuda procedente de toda España. Documentos de hace 42 años que atestiguan una ola de solidaridad y humanidad, que hablan también de coordinación, de unidad y unanimidad.

Me niego a que seamos una generación política menos dialogante y más sectaria. Inspirémonos también en la lección de generosidad y coraje que han dado alcaldes, alcaldesas, servidores públicos, vecinos y voluntarios, mostrando la verdadera cara de la esperanza en el género humano.

La política no puede degenerar más. Hay momentos para la discrepancia y el acuerdo. Y momentos para la responsabilidad máxima. No podemos regalarle ni un minuto a la crispación, la desidia o la mentira.

Si entendemos la diputación como una suerte de ayuntamiento de ayuntamientos (ese lugar donde la tarea pública se vive y se sufre de otra manera), toca estar a la altura. Es la hora de ofrecer un gran ejemplo de compromiso con una sociedad herida. Es imprescindible una gran conjura por la remontada. A grandes males, grandes remedios.

Nuestro grupo ha presentado sus credenciales avanzando la voluntad de un gran acuerdo de legislatura. Un gran pacto condicionado a refundar las estrategias y prioridades de la institución. Esta legislatura tal como la hemos conocido ha muerto. Debe renacer un tiempo para la política en mayúsculas.

La Diputación debe asumir el reto histórico de dar un paso adelante con toda su potencia inversora en un momento excepcional. Esa es nuestra condición. El margen de endeudamiento permite llegar mucho más lejos. No es el momento de arrastrar los pies ni de gestionar las inercias. No podemos aportar en los municipios menos que ciertas fundaciones privadas o esperar impasibles a lo que hagan o no el resto de administraciones porque cuando queramos reaccionar será tarde.

Toca un presupuesto expansionista que no regatee esfuerzos ni posibilidades financieras que sí tenemos. Más keynesianismo y menos motosierra cual aprendices de Milei.

Cuando todo va mal, recordar qué queremos como institución, ayuda a definir quiénes somos. No podemos concebir una Diputación timorata y cicatera con los pueblos que sufren. Esto no va solo de reconstruir puentes, sino también de vigorizar la sociedad civil, la cultura, las ONG, el deporte o la salud mental.

Hemos presentado enmiendas con vocación propositiva para reforzar, acelerar y mejorar el que debe ser un presupuesto excepcional. No concibo familias y negocios arruinados e hipotecados y una diputación con márgenes de ayuda inexplorados. Nuestra voluntad es ayudar, incluso asumiendo líneas y conceptos cuestionables, pero ya avanzamos que no seremos cómplices de un presupuesto continuista, sin ambición, que desatienda a la mayoría de municipios y que desampare nuestro entramado sociocultural.

Queremos que, cuando el futuro examine qué hicimos el año de una tragedia sin precedentes, alguien pueda contestar que reaccionamos con un presupuesto a la altura moral y política.

La gestión de una tragedia de dimensiones catastróficas exige luces cortas: ayudar desde el barro, sentir la cercanía, acompañar en el dolor, no regalarle ni un minuto a la contemplación ni a la duda. También luces largas porque sabemos lo que queda por delante.

Debemos afrontar una verdadera estrategia de reconstrucción económica, industrial, agrícola, laboral, social, de infraestructuras, equipamientos, dotaciones y una enorme reconstrucción emocional.

Este debe ser el sentido de este Presupuesto y del resto del mandato. Me permitirán que afirme que arranca una nueva legislatura en esta institución. Recomencemos. Esa es la propuesta del Grupo Socialista. Levantarnos del suelo. Con fuerza. Con recursos. Ahora o nunca. n

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