Opinión
Pedro Agramunt: el adiós a un hombre irrepetible
Nos ha dejado un hombre que dominó como pocos el complejo arte de la política, tanto nacional como internacional, y que nunca dejó de ser un pilar para quienes lo rodeaban

Pedro Agramunt Font de Mora / Miguel Ángel Montesinos
Hoy, la ausencia de Pedro Agramunt deja un vacío difícil de llenar. Nos ha dejado un hombre que dominó como pocos el complejo arte de la política, tanto nacional como internacional, y que nunca dejó de ser un pilar para quienes lo rodeaban. Leal hasta el final, Pedro combinaba pragmatismo y audacia, dispuesto a desafiar las normas siempre que su intuición y convicciones se lo dictaban.
Pedro fue mucho más que un político: fue un emprendedor en todos los sentidos. En lo político, se adelantó a su tiempo, apostando por ideas y proyectos cuando otros preferían la comodidad del statu quo. En lo ideológico, creó espacios como el Foro 2020, que reunió a decenas de personas comprometidas con renovar la derecha valenciana. Fue un germen de ideas que, años después, permitió a Valencia recuperar la mayoría en 2023, haciendo realidad el sueño de volver a gobernar. Y en lo empresarial, supo demostrar que el liderazgo no solo se ejerce en los despachos públicos, sino también en la capacidad de generar iniciativas que impactan en la sociedad.
Valencia, tierra de grandes humanistas y mercaderes que tejieron lazos con el Mediterráneo y el mundo, ha encontrado en Pedro Agramunt a un hijo digno de su legado. Desde su papel como presidente de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, su influencia se extendió a los más variados rincones del continente, promoviendo el diálogo en momentos de polarización y abogando por soluciones pragmáticas a problemas complejos.
Si pensaba que el diálogo con Ucrania era esencial, no dudaba en tomar un vuelo para sentarse con el entonces presidente Petro Poroshenko, buscando entender y aportar soluciones en un conflicto que dividía a Europa. Si intuía que era hora de hablar con Rusia, allí estaba él, cruzando fronteras para dialogar con el presidente de la Duma, dejando claro, al más puro estilo kissingeriano, que la diplomacia nunca debe ser rehén de prejuicios o intereses unilaterales.
En una de las que quizá sea recordada como su maniobra más emblemática, no dudó en volar a Turquía tras el intento de golpe de Estado de 2016. En una época en la que los liderazgos europeos se movían entre la condena y el desconcierto, Agramunt se reunió con el presidente Erdogan para reafirmar su apoyo a la democracia y al respeto al Estado de derecho, dejando claro que la política exterior debe ser firme en sus principios, incluso en los momentos más incómodos.
Desde los tiempos de Jerónimo Vich y Vallterra, ningún otro hijo de esta tierra había logrado tanta influencia en la política internacional. Llevó el nombre de Valencia a los rincones más remotos del continente, siempre buscando construir puentes, siempre actuando con esa mezcla de estrategia y audacia que era su sello personal.
Pedro también fue el amigo que nunca fallaba. En los momentos más difíciles de Rita Barberá, cuando muchos optaron por el silencio o la distancia, él permaneció firme a su lado, siendo un apoyo esencial. Este domingo, curiosamente, nos dejó apenas un día después del aniversario del fallecimiento de la alcaldesa, como si el destino quisiera reunirlos una vez más en esta despedida.
Su apoyo también fue inquebrantable hacia el presidente Francisco Camps, acompañándolo sin titubeos incluso en las peores tormentas. Para Pedro, la amistad era una bandera que nunca se arriaba, un principio tan sólido como su convicción política.
Con su partida, perdemos a un hombre irrepetible, pero su legado queda. Pedro nos enseñó que la política necesita coraje, visión y, sobre todo, lealtad. Hoy, Valencia y sus amigos lo despedimos con tristeza, pero también con orgullo. Hasta siempre, Pedro. Tu ejemplo y tu memoria vivirán en cada puente que, como tú, nos atrevamos a construir.
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