Opinión

EDITORIAL

El sistema sí falló

Pedro Sánchez en la sesión de control al Ejecutivo en el Congreso, hoy

Pedro Sánchez en la sesión de control al Ejecutivo en el Congreso, hoy / Borja Sánchez-Trillo / EFE

 La comparecencia de Pedro Sánchez en el Parlamento para hablar sobre la DANA ha mostrado de nuevo la distancia entre el discurso político y la percepción ciudadana. Al igual que ocurrió antes con Carlos Mazón, Sánchez no ha creído necesario hacer ninguna autocrítica sobre su gestión en uno de los sucesos más graves ocurridos en España.

La sesión produjo imágenes inéditas. Resulta chocante ver al único partido de esencia nacionalista que tiene representación en las Cortes Valencianas y en el Congreso de los Diputados reprocharle al Gobierno de Madrid no haber asumido las competencias autonómicas en la trágica jornada del 29O al comprobar el bloqueo en que se encontraba la Generalitat que preside Mazón. Tanto como escuchar a Gabriel Rufián quejarse de que desde La Moncloa no se impulsase un 155 exprés. O a Feijóo expresarse con distintos términos pero en la misma línea, aunque esa línea contribuya a desacreditar la actuación de sus propios compañeros en la Comunitat Valenciana e incluso ponga en cuestión su autoridad como máximo responsable de su partido. Pero que el argumento sea paradójico en boca de una diputada de Compromís, del portavoz de ERC o del líder nacional del PP no significa que no sea cierto, al menos en parte.

Es del todo repudiable el discurso de un Santiago Abascal que tacha poco menos que de asesino y tirano a un presidente elegido democráticamente mientras sus diputados ensalzan a Franco poniendo al dictador como ejemplo de reconciliación. Pero yerra a su vez el presidente Sánchez cuando dice que no fue el sistema el que falló, sino las personas. Todo indica que el sistema sí falló, de manera rotunda. Lo uno no quita lo otro. Negarse a ver esos fallos es lo que más rápidamente puede conducir, no a una reforma sensata de ese sistema que ha puesto en evidencia sus carencias de la forma más cruda, sino a su destrucción.

Las comunidades españolas tienen un rango de competencias que las equipara, en la práctica, a cualquier región de Alemania o Estados Unidos, países que siempre se citan como ejemplo. Pero no se ha construido una auténtica arquitectura federal ni tampoco, por tanto, se han depurado los mecanismos de colaboración entre administraciones y de lealtad institucional.

En lo que toca a un área tan sensible como las Emergencias, en el caso de Valencia el sistema falló porque fía las respuestas a la responsabilidad individual de un cargo público, sin que exista un procedimiento de aplicación tan ágil como requiere una urgencia cuando se constata que una Administración no está pudiendo o no está sabiendo hacer frente a la situación. Mazón podía haber pedido la declaración de emergencia nacional. Pero no lo hizo. Sánchez podía haberla decretado, pero tampoco dio el paso. Mientras tanto, miles de personas que no podían atender a cuestiones de competencias ni capacidades cuando estaban con el agua al cuello, perdían sus hogares. Y más de dos centenares, la vida.

Así que el Estado falló el 29O. Porque Estado es la Administración general y el Gobierno de la nación, tanto como la de la Comunitat Valenciana y su gobierno autonómico. Ninguno compareció en ese fatídico día. El fallo de las personas que no tomaron en su ámbito las decisiones que eran de su incumbencia, aunque por desgracia sea después de una catástrofe como la sufrida, puede castigarse por la vía política (dimitiendo ellos, forzando su renuncia los partidos bajo cuyas siglas llegaron al puesto, obligándoles a irse mediante una moción de censura de la oposición o echándolos los ciudadanos en la siguiente convocatoria electoral) y también por la judicial. Pero el fallo del sistema, si no se corrige, conduce de forma inexorable a una repetición de la tragedia.

Seguramente, muchos pensarán que no se puede poner en cuestión el sistema. Pero hay momentos en que debe hacerse. ¿O es que no estamos viendo grietas que pueden llevarnos a la mayor de las desafecciones si no las reparamos más pronto que tarde? Hay que auditar todo lo que no funcionó en la DANA. Porque cargar los muertos exclusivamente sobre la acción del presidente de la Generalitat no nos va a servir por sí solo para proteger mejor a los vivos cuando otra desgracia de estas proporciones ocurra.

Los sistemas (y no únicamente los procedimientos) necesitan ser repensados cada cierto tiempo para no perder la esencia que les dio origen. Eso no significa retroceder en lo ya avanzado ni echar por tierra una fórmula, como la del Estado autonómico, que ha servido durante más de cuatro décadas para modernizar nuestro país y hacerlo más justo. Lo que significa es que hay que pasar de la impresentable batalla de los relatos al desafío de acometer políticas con mayúsculas. Porque después de un mes, Mazón aún no puede visitar ninguno de los 79 pueblos arrasados por las lluvias. Pero Sánchez, tampoco.  

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