Opinión
Crónica de una desprotección anunciada

Voluntarios migrantes en Paiporta. / Axel Alvar
Escribir en el Día de las Personas Migrantes (18D) acerca de cómo éstas han sido afectadas por la dana es un acto de recordar, es decir, hacer pasar nuevamente por el corazón la tragedia que reflotó antiguos temores.
El primer recuerdo que tengo al respecto es el de Teófilo, quién se lanzó a la riada para salvar a una mujer embarazada a pesar de sus propios traumas con catástrofes naturales en su natal Ecuador.
Luego aparecieron las mujeres marroquíes preparando comida para las personas afectadas, la comunidad SIJ de la India limpiando los poblados de l’Horta Sud, la colectiva Mujeres, Voces y Resistencia llegando al barrio del Raval del Algemesí cuando nadie aún llegaba, y tantas otras asociaciones y personas migrantes que ayudaron desde el comienzo de esta tragedia bajo la firme convicción de que la terreta también es nuestro hogar, y que es imposible estar bien si nuestros vecinos y vecinas no lo están.
Me sentí orgullosa de ser parte de esta gente migrante que, pese a los embates de la discriminación social e institucional, si ha sabido ser refugi para quién necesitase comida, ánimo y manos para rescatar la vida que les arrebató el barro y la ineficiente gestión política del Consell de Mazón.
Sin embargo, no solamente el corazón tiene esa memoria, sino también las tripas que anuncian con angustia e indignación que ni ante las catástrofes naturales somos iguales ni en responsabilidades, ni en la asunción de consecuencias, ni menos aún en la recepción de legítimas ayudas para sobreponernos.
Pese a que una vez más se ha evidenciado que tanto en lo cotidiano como en lo excepcional somos un vecino o vecina más de Valencia, la institucionalidad nos recuerda esa mezquindad de la que ya hizo gala durante la covid, dejando atrás del paraguas social nuevamente a quienes ha normalizado marginar de la agenda social, política, y porque no, de los derechos humanos.
Me refiero concretamente a las personas migrantes en situación irregular administrativa y a su imposibilidad de recibir ayudas puesto que, de manera perversa, se les exige una documentación con la que se sabe no contarán.
Podría parecer exagerado calificar de perversa esta exigencia, pero pensemos en la actual crisis de la vivienda en la que incluso personas nacionales y con contrato de trabajo tienen serias dificultades para alquilar un piso: ¿no parece perverso pedir, como prueba de haberlo perdido todo en la dana, el empadronamiento o un contrato de alquiler a quién sistemáticamente se le niega la posibilidad de tener un contrato de trabajo por estar en situación administrativa irregular, y que por lo tanto, vive donde y como puede sin derecho a pedir ninguna documentación a cambio?
Dentro de esta cadena estructural de causas y efectos del injusto empobrecimiento de la población migrante en situación irregular, no cabe ninguna duda de que el factor que haría la diferencia es la igualdad de derechos, motivo más que suficiente para que este 18D se reivindique la indispensable lucha política que desde el 2020 libra Regularización Ya.
Sin perjuicio de lo señalado, existe otra vía legal menos explorada por discrecional, pero igualmente válida para obtener derechos sociales y políticos para este colectivo: la nacionalización por Carta de Naturaleza consagrada en el artículo 21.1 de Código Civil español cuando «concurran circunstancias excepcionales».
Si bien este mecanismo ha sido cuestionado por haberse constituido en un privilegio concedido a deportistas, nobles, etcétera; también ha servido como herramienta legal reparadora permitiendo nacionalizar colectivamente, por ejemplo, a las víctimas del atentado del 11-M a través del Real Decreto 453/2004, el cual se fundamentó en «la necesidad de ayuda a la situación de las víctimas extranjeras, así́ como el deseo de facilitar su arraigo»; circunstancias excepcionales que a priori parecieran concurrir dada la catástrofe natural y política que repercutirá de manera agravada en las vidas de la población migrante.
Sea a través de la regularización, sea a través de la carta de naturaleza, en el Día de las Personas Migrantes reiteramos que solo necesitamos una cosa para acabar con esta crónica de desprotección anunciada: derechos sociales y políticos, para desde ahí levantar con nuestras manos nuestras vidas en condiciones de dignidad y autonomía.
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