Opinión

Aldama, yo sí te creo

El empresario Víctor de Aldama llega al Supremo para confirmar sus acusaciones contra Ábalos.

El empresario Víctor de Aldama llega al Supremo para confirmar sus acusaciones contra Ábalos. / Efe/Mariscal

Los palmeros de Sánchez –PSOE y Gobierno- se están turnando para cuestionar y desmentir, con tesón y sin desmayo, las acusaciones de Víctor de Aldama aludiendo a su condición de autor confeso de varios delitos. ¿Qué valor puede tener la palabra de uno que se reconoce delincuente? insisten una y otra vez. La respuesta, como casi todas, es: depende. ¿Qué puede ganar Aldama diciendo verdad en las causas que se siguen en la Audiencia Nacional y en el Tribunal Supremo?

De momento, eludir la prisión preventiva que podría llegar a un máximo de cuatro años por causa abierta y no juzgada, es decir, de momento evita -pues la tramitación de sus causas no parece vaya a ser ni breve, ni sencilla-, la posibilidad de estar hasta ocho años de preventivo, por mucho que esos años luego le computaran como años de condena cumplida. Sin embargo, esa libertad provisional se puede revocar en cualquier momento, por lo que si algo de lo que afirma no se corrobora en la instrucción o se descubriera que es falso, podría volver ipso facto a la trena. Lo que nos debe hacer pensar que, al menos por esta razón, está diciendo verdad.

Pero, como la estrategia procesal de Aldama también es a medio y a largo plazo, debe decir verdad -otra cosa es la dosificación de esa verdad- si además quiere ganarse una atenuante para cada uno de los delitos que sus declaraciones permitan esclarecer, siempre y cuando esas manifestaciones, siendo ciertas, no sean medias verdades; es decir, no contengan sesgos auto exculpatorios, aunque diga toda la verdad de otros. Para que nos entendamos, debe decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Solo de este modo podrá obtener que se le impongan las penas en su mitad inferior o incluso –en función de la relevancia de sus aportaciones- la rebaja un uno o dos grados en cada una de las penas que se le impongan. Lo que nos debe hacer pensar que, también por esta razón, Aldama está diciendo verdad. Esto sería la estrategia a medio plazo. ¿Y a largo plazo? Como se ha dicho al principio: depende.

Depende de lo que se haya pactado con el Ministerio Fiscal, sabiendo que, a salvo de otras acusaciones, los tribunales sentenciadores no podrán imponer penas más graves a las solicitadas por el Ministerio Fiscal. Pues bien, dentro de esas negociaciones entre la defensa de Aldama y el Ministerio Fiscal, podría entrar en juego el apartado 3 del artículo 81 del Código Penal. Como criterio general, la suspensión de la ejecución de las penas privativas de libertad, se puede acordar respecto de aquellas penas a cumplir que en su conjunto no superen los dos años de prisión, pero, según el art. 81.3 CP ”podrá acordarse la suspensión de las penas de prisión que individualmente no excedan de dos años”.

Esa duración es posible alcanzarla con la rebaja de dos grados en toda pena que tenga un mínimo posible no superior a ocho años de prisión. Pues bien, a día de hoy, todos los delitos que se imputan a Aldama cumplen esa condición. Lo que nos debe hacer pensar que también por esta razón Aldama está diciendo verdad. Resumiendo, a Aldama le interesa decir verdad a corto, a medio y a largo plazo. Se está jugando muchos, pero que muchos años de talego. Si el precio a pagar para cumplir la mitad de la mitad, o ni siquiera eso, es decir la verdad, ello nos debe hacer pensar que todo lo que dice es verdad, salvo que se quiera pegar un tiro no en uno, sino en los dos pies y la verdad, para qué nos vamos a engañar, no parece que esa sea la intención de Aldama, ¿verdad? Conclusión: Aldama, yo sí te creo.

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