Opinión

Balance de 2024: El año de la dana

Feijóo se equivoca de plano al decidir sostener a Mazón, pensando que en el fondo no le importará a nadie

Salomé Pradas, Carlos Mazón, Núñez Feijóo, Vicent Mompó y Reme Mazzolari.

Salomé Pradas, Carlos Mazón, Núñez Feijóo, Vicent Mompó y Reme Mazzolari. / Francisco Calabuig

Cuando el Partido Popular estaba instalado en el imaginario de invertir la historia de Rajoy, llegó la dana. La mayor catástrofe de la historia reciente de España, sin embargo, no ha dejado huella en los ánimos del principal partido de la oposición. Ahí sigue, utilizando la ligereza del público, pretendiendo hacernos creer que el caso Ábalos -un aprendiz de Rita Barberá- y el asunto menor de Begoña Gómez son como aquella trama infinita de corrupción de la Gurtel y de Bárcenas, que con la policía patriótica del ministro Fernández Díaz y la gestión de la crisis catalana hicieron irrespirable la política española. Eso llevó a perder el poder a Rajoy. Ahora el PP quiere repetir la historia con Sánchez. 

Sin embargo, la situación no tiene comparación y todavía sería menos parecida si Sánchez resolviera el pantano del fiscal general. Hoy la situación de Cataluña crea las condiciones de posibilidad para recuperar el buen sentido. Mucho ayuda a eso la incapacidad del discurso de Junts, que resbala sobre una ciudadanía cada vez menos sensible a sus esquemas escleróticos. Si hay medio plazo, todavía tenemos esperanzas. Los efectos de una mejor situación económica se dejarán sentir en la financiación de las CCAA y permitirá mejoras palpables en todas ellas, incluida Cataluña. Los compromisos que ha adquirido el Gobierno deberá cumplirlos, pero no con la lógica coactiva de los carpetazos. La política es otra cosa. 

Frente a esa lógica del medio plazo, el PP se impacienta sin ser consciente de la dimensión nacional que ha tomado la gestión de la dana en Valencia. Feijóo parece no percibirlo. Así, tras muchas dudas, ha decidido sostener a Mazón, pensando que en el fondo no le importará a nadie. Se equivoca de plano. Ha creado la noche donde todos los gatos son pardos y en medio del caos cree que el asunto Mazón pasará desapercibido. Pero ni siquiera esa espesa noche salvará a Mazón ni a quien lo ha cubierto de forma imprudente. 

La estrategia de Feijóo no es creíble. Cada día que pasa, el PP valenciano pierde la oportunidad de disponer de un líder presentable. Mazón está políticamente muerto y, si sigue ahí, es porque nadie con agallas y preparación quiere comerse el marrón que él ha dejado. En el fondo, el nombramiento de Gan Pampols parece un artículo 155 autoinducido, provocado por la inasistencia del Govern. La cara de la señora Esther Muñoz defendiendo a Mazón este jueves pasado, tras la última noticia acerca de su actuación durante aquel día infausto, era todo un poema. Su argumento, que es hora de reconstruir Valencia y no de hacer preguntas sobre aquel día, contrasta con las quejas de los pueblos a quienes parece no llegar la hora de la reconstrucción.

En una democracia es siempre la hora de atender varias cosas a la vez. Mientras, lo único que sabemos de verdad es que la solidaridad de las gentes ha desbordado todas las previsiones, generando incluso problemas de logística y de almacenaje en muchos de los centros educativos. Esa ejemplaridad cívica deja todavía más en evidencia las fallas de un sistema político construido sobre la revancha y la bronca, que lleva al borde del enfrentamiento civil. Aquí los que padecen las consecuencias de la dana no van a hacer distinciones. Que el discurso del rey haya sido el segundo menos escuchado de su historia, testimonia que, tras la ira de los primeros días, emerge el desdén institucional general. Que Vox no sueñe con ganar algo en este río revuelto. El desdén se convertirá en desprecio hacia los que más pretensiones tengan de obtener ventaja política con esta tragedia. 

El contraste entre la solidaridad de la ciudadanía y la confusión que crea el sistema político fundamenta ese desdén. Porque la ciudadanía, víctima y solidaria a la vez, aprecia con claridad que esa confusión está diseñada a la medida de la impunidad. En el caos nadie es responsable. Y eso es lo que hemos visto. Que cuando se le piden las facturas a Mazón -la huella veraz de lo que hizo durante aquellas cinco horas fatídicas- este se excuse diciendo que lo que quiera que hiciese aquella tarde no lo pagó el contribuyente valenciano sino el Partido, nos huele tan mal que debemos controlar la imaginación. 

Desde luego, el argumento no mejora su papel. Que cuando el pueblo valenciano estaba inmerso en su mayor tragedia, el presidente de la Generalitat estuviera atendiendo cosas de su Partido, constituye la acusación más grave que se le puede dirigir a un gobernante. Que Mazón se exponga a esta gravísima acusación, confesando que no atendía intereses generales, sino partidistas, durante las cinco horas en que medio millón de valencianos sufría angustiado, nos permite imaginar la gravedad de las acusaciones a las que se expondría en caso de confesar que lo que hizo aquel día lo pagaba la hacienda pública valenciana. 

Que tenga que dar esta explicación dos meses después, y como tercera versión, testimonia el tipo de opacidad defensiva que esconde aquello que, de ser revelado, produciría en alguien una insoportable vergüenza. Proteger el secreto con el Partido revela de nuevo la índole encubridora de este, y lo eleva a muro protector de impunidad. Por nuestra parte, no podemos suponer las adecuadas competencias políticas y morales para gobernarnos en alguien que se niega a contar con limpieza su gestión el día de la dana. Y el pueblo español, solidario con Valencia, sabrá juzgar también solidariamente a quién encubrió a un gobernante indigno.

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