Frente al espejo

Pienso en el año que termina y lo percibo, en cierto sentido, desrealizado, como esa sensación de no reconocerse al mirarse en el espejo. Un tiempo extraño e intenso, caracterizado por la fugacidad de los acontecimientos y la dualidad que distingue esta época.

Pensando en ello he recordado el último libro de Naomi Klein en el que explora, desde una perspectiva muy íntima, la idea de la distorsión de la identidad a partir de la confusión que se generó entre ella y la otra Naomi -Wolf-, en el contexto del mundo digital como ese espacio donde habita la apariencia, allí donde tan fácil es construir ficciones. Doppelganger es el concepto que Klein analiza en este ensayo, y lo hace, también, como la distorsión entre lo auténtico y lo desfigurado en el ámbito de la política y la sociedad, ambas cada vez más polarizadas. Ciertamente, los tiempos de ahora.

Un buen ejemplo de ello lo dan las dos grandes citas de este año en las que la democracia se batió en duelo contra sí misma: las elecciones en la Unión Europea y en Estados Unidos. De las primeras salió airosa, aunque no exenta de riesgos tras el avance ultra -en términos electorales- y el posterior éxito que las tesis de la pragmática Meloni tienen en el seno del corazón político de la Unión; las segundas fueron su derrota. Hoy la América de Donald Trump es el doppelganger de la política, de la democracia. 

En breve diremos adiós al año que nunca olvidaremos. En el que una tragedia inesperada se ensañó con demasiadas vidas y destruyó todo a su paso sin compasión. En el que la política no fue capaz de estar a la altura: ni antes, ni durante, ni después de la catástrofe. El año en el que alguien debería ponerse frente a un espejo y con honestidad ver si se reconoce, porque los errores son inmensos. Entretanto, lo despediremos con tristeza, pero con el aliento que da el brillo de los ojos que miran al futuro con ilusión y confianza.