Opinión | TRIBUNA

Engullidos por el barro

El Observatorio Europeo de Ordenación del Territorio afirma que la Comunidad Valenciana es un territorio de elevado riesgo motivado por la peligrosidad del medio natural y la acción antrópica. La riada del pasado octubre, tras un episodio de excepcionales lluvias, constituye una gran tragedia tanto humana por la pérdida de vidas como social por la destrucción de bienes. La situación, ha sacado a la luz lo mejor y lo peor de una sociedad activa y emprendedora. Por un lado ha brillado la generosidad en las donaciones y la solidaridad de los voluntarios venidos de toda España y el extranjero para ayudar, a cambio de nada. Ejemplar. Por otro, se ha demostrado la incompetencia de las administraciones para gestionar el territorio, que es el soporte de nuestras vidas, y para minimizar los impactos de unos riesgos naturales devastadores, y de no actuar con la rapidez necesaria que requería la catástrofe. Abundan las explicaciones y propuestas técnicas que, por su parcialidad, dificultan la comprensión global de los hechos. Mientras, los políticos se enfrentan entre ellos para la conquista del poder, como único objetivo. Subyace detrás de todo la incapacidad para comprender la complejidad de un territorio paradigma del mediterráneo, acosado por grandes sequías e inundaciones recurrentes.

Por una parte vemos, la simplificación nociva de la contraposición inducida por la política y amplificada por los medios, entre conservacionistas y negacionistas, una simpleza maniquea. Por otra, la falta una visión global que incapacita para afrontar los desafíos de los riesgos naturales – erosión, transporte, sedimentación e inundación - que tendrán lugar en un futuro próximo por efecto del calentamiento global.

La ausencia de una gestión del territorio como un todo, impide la nueva visión de la relación del hombre con el medio natural que descanse en la reciprocidad, pues «el hombre debe devolver a la naturaleza tanto como recibe de ella», «la equidad exige, pues, que devolvamos al menos, tanto como recibimos, es decir, suficientemente». Sin esa visión ¿ dónde vamos? ( Serres). Atender los problemas en su integridad: prever, entender, pensar y actuar, teniendo presentes los conceptos de potencialidad y vulnerabilidad que permiten identificar las consecuencias positivas y negativas de nuestras acciones sobre el medio natural. Actuar significa hacer las cosas de otro modo, replantearse las características del soporte físico en el que vivimos y, al tiempo, definir las medidas que corrijan e impidan los impactos que se puedan generar.

Con un suelo sellado en gran parte, con los barrancos sin limpiar, sin mecanismos para infiltrar agua en los acuíferos, sin una reforestación adecuada en la cabecera de los cauces, con un urbanismo depredador alojado en zonas inundables, sin una ampliación o reforma de cauces en aquellos barrancos que pasan por los municipios históricos, sin una construcción de presas estratégicas resistentes y capaces de retener y acumular las aguas ni una revisión estructural de los puentes que nos comunican, sin desvíos de cauces que aportan suciedad y fangos a nuestros excelentes parajes naturales (Albufera y Humedales), sin una agricultura viva que sea capaz de retener el agua y proporcionarnos alimentos, sin contener la erosión de suelos formados hace millones de años y con un abandono de los espacios protegidos que se nos llenan la boca de un falso ecologismo ¿Adónde vamos a parar? El suelo no es un recurso renovable pero sí erosionable o conservable. Consideremos su uso junto a las necesidades de la sociedad. Los actores sociales actúan con principios de habitar, producir y comerciar. El territorio advierte de sus limitaciones y potencialidades. Habrá que buscar consensos entre los diferentes actores para garantizarles sus economías, sin que sus acciones se limiten a apropiarse del lugar.

Los ciudadanos necesitan garantías para desarrollar sus vidas con normalidad. Son relevantes algunas decisiones políticas pioneras en la Comunidad Valenciana, relativas al impacto ambiental en el planeamiento, o los planes específicos para limitar riesgos de inundación. Pero poco se ha hecho. Se ha abortado el camino iniciado. Alguien tendrá que rendir cuentas. Ahora, para la reconstrucción, habrá que evitar la visión reduccionista, que se limita a resolver un problema considerando sólo una parte del mismo. En definitiva, no seguir considerando el territorio como un simple soporte de actividades, sino como instrumento para su conservación. Quedan muchas zonas con graves riesgos ambientales, el descuido de la naturaleza y el desorden en el uso del suelo es grave. Ni siquiera la ciudad de Valencia, punto neurálgico del Mediterraneo, está completamente a salvo y hay extensos suelos urbanos que quedan a merced de las catástrofes. Señores políticos, aparquen sus miserias partidistas, dejen de insultarse públicamente y no olviden donde el poeta cubano nos marcaba posicionarnos: «con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar…» Comprendan el territorio, trabajen para prever las consecuencias y cuiden de las personas y de sus bienes para evitar la pobreza, nuestra pobreza física y moral.

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