Opinión | tribuna

La dana y el riesgo inasumible: ¿reconstruir o deconstruir?

Aunque sea muy doloroso, les invito a ver la última dana como un indicio vehemente sobre el futuro que nos espera. Una dana intensificada es un tipo de evento de los muchos que van a suceder en relación con el cambio global en la Comunitat Valenciana. Vayan pensando en todos los otros que vienen y en sus impactos: perdidas irreparables en playas turísticas por aumento del nivel del mar combinado con situaciones de tempestad, perdidas de viviendas y negocios por inundación, muertes por calor extremo, sequias más intensas; todo ello será pero que mucho peor en zonas urbanas y costeras que no gestionen los riesgos crecientes.

De cada evento climático extremo se pueden aprender muchas cosas para prevenir futuros impactos. Esta dana en particular deja claro que hay algunas geografías que pueden estar sujetas a riesgos inasumibles. Las certezas que debemos admitir como sociedad es que esto sucederá otra vez y que habrá eventos peores. Pero el hecho de que no sabemos dónde ni cuándo invita a pasarle al siguiente gobierno la responsabilidad de preparar a la sociedad adecuadamente contra unos impactos hasta ahora desconocidos.

La incertidumbre del cambio climático es como una lotería infernal, de alto riesgo y de baja probabilidad, pero que aquí sabemos que nos va a tocar seguro. Tengan en cuenta que incluso antes de que la gravedad del cambio climático en el Mediterráneo empeorase las cosas, ya los Árabes sabían de la devastación que pueden causar nuestros ríos. Ahora sabemos que las danas serán más fuertes que antes debido al aumento de la temperatura del mar. Bien está reconstruir donde sea sensato, pero más valdría acompañar esta idea con la de disminuir el riesgo lo máximo posible. Como el clima no lo vamos a poder mejorar nosotros solos ni a medio plazo, nos queda disminuir el riesgo a que se exponen nuestras infraestructuras, actividades económicas y zonas habitadas. Para disminuir el riesgo, habrá que gestionar los espacios donde se manifiesta con más intensidad. Es hora de tomarse en serio la necesidad de reducir la exposición al cambio climático de la sociedad valenciana mediante la deconstrucción en zonas con demasiado riesgo para la vida humana y con posibles efectos sistémicos para la economía.

¿En qué lugares se debería pensar en deconstruir? En la Comunidad Valenciana hay muchas zonas urbanas y actividades económicas en el lugar equivocado, miren ustedes cualquier mapa digital accesible desde el móvil: barrios en desembocaduras, polígonos industriales sobre antiguos humedales, inversiones en cordones dunares, cauces invadidos sin bosque de ribera. ¿Qué hacer con todo este suelo? Si no sirve, no lo usen. Deconstrúyanlo y devuélvanselo a la madre naturaleza, hagan parques y restauren los ecosistemas, y así de paso, cumplirán con las ultimas normativas europeas.

Para gestionar el riesgo, algunos hablan de copiar los sistemas de alarma de emergencias que tienen los Japoneses. Así se pueden salvar muchas vidas humanas. Pero miren, la resiliencia de las economías locales depende de la frecuencia e intensidad de los daños en almacenes, medios de producción, y polígonos industriales clave para la prosperidad regional. Poco puede hacer un sistema de alarma si en muchos municipios todo esto está en el lugar equivocado. Los impactos climáticos, a medida que aumenten, podrían volverse sistémicos y tener efectos plurianuales continuados en el presupuesto de la Generalitat, causando así impactos devastadores en la economía regional y en el bienestar de toda la población. Mejor que un sistema de alarma sería seguir la tendencia Holandesa de dar espacio a los ríos y a sus ecosistemas de ribera, para que en caso de crecidas haya donde poner el agua y como frenarla. Rio abajo, esto implica remodelar y resituar áreas urbanas y zonas industriales que presenten un riesgo inasumible. Rio arriba, conlleva devolver suelo agrícola a los cauces allí donde se pueda dar espacio al agua, y hacerlo a gran escala. Esto sí puede dar resultados en cuanto a proteger la estabilidad económica regional.

Si nos lo pensamos demasiado, en las próximas décadas muchas geografías locales y economías comarcales se van a ir quedando gradualmente sin opciones para gestionar el riesgo. Verán como muchas aseguradoras ya no van a renovar la cobertura, o va a costar mucho más caro asegurar contra riesgos relacionados con el clima. Esto puede crear marginalidad económica, ya que a menudo se combinan la concentración del riesgo con injusticias de carácter social, lo cual hace muy difícil las intervenciones a posteriori con éxitos rotundos.

No hace falta saber cuándo específicamente van a suceder los próximos eventos climáticos extremos para tener una certeza muy clara: a medida que sigan aumentando los impactos del cambio climático, cada vez va a haber menos dinero para protegerlo todo. Ahora es mucho más barato adaptarse deconstruyendo, disminuyendo impactos, y planificando contra un futuro complicado. Transferir la responsabilidad a los siguientes gobiernos va a costar mucho más caro a la sociedad valenciana.

¿Vamos a cometer el mismo error que dos décadas atrás, cuando era casi impensable detener un plan urbanístico insensible al riesgo de inundación? Planteémonos seriamente la posibilidad de avanzarnos al cambio climático mediante la deconstrucción en zonas con riesgos inasumibles, que ya tenemos algunas pistas de cómo se va a manifestar tarde o temprano. El dilema es dejar que el cambio global nos adelante, o adelantarnos a él. Si quieren ser económicamente competitivos vayan pensando en adaptarse, o escurran el bulto y prepárense para perder el tren de la prosperidad.

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