Opinión | Tribuna

La lucha por Altos Hornos del Mediterráneo

La batalla por la siderúrgica enfrentaba a fuerzas muy desiguales y Sagunto, pese a la lucha mantenida durante tantos meses, tuvo que aceptar que el cierre era inevitable

Nunca volverá a ocurrir nada igual. Nunca se repetirá una movilización como la que hubo hace ahora cuarenta años en defensa de unos puestos de trabajo, de un modo de vida, de una fábrica, de un pueblo que no quería morir porque la fábrica había sido su vida. Mucho más que un puesto de trabajo. Era la que aseguraba el futuro de los hijos que desde muy pequeños sabían que, a través de la Escuela de Aprendices, tendrían asegurado para siempre el trabajo, el salario para poder sobrevivir.

Una lucha que duró 14 largos meses a partir de la orden de cierre del Horno Alto nº 2 el 1 de febrero de 1983 hasta el referéndum en el que se aceptaba al cierre de la empresa el 10 de abril de 1984. A lo largo de esos meses se consiguió involucrar no solo a los trabajadores sino a todo el pueblo. Hombres, mujeres y niños inicialmente del Puerto de Sagunto, pero muy pronto se uniría la comarca entera e, incluso, la ciudad de València.

La crónica de aquellos meses, una epopeya, ha sido contada muchas veces con todo detalle. Conviene contarla para no olvidarla, para que, una lucha nunca vista, sea una gesta inolvidable.

Pero ahora quisiera reflexionar sobre la posibilidad real de ganar la batalla, si, otra vez, David podría vencer a Goliat. Estaba claro que, pese a los grandes apoyos de todo Sagunto, la comarca e incluso Valencia y otros apoyos, estábamos en inferioridad.

Nuestro gran triunfo en esta batalla fue el Informe Kawasaki que se había realizado a petición del Gobierno y que determinaba de manera clara que el mejor lugar para hacer inversiones dirigidas a la obtención de una siderúrgica moderna y con posibilidades de subsistencia era Sagunto. Sin duda era el mejor lugar, pero cuando en Europa se estaban cerrando tantas fábricas porque había un exceso de oferta instalada y tanto Vizcaya como Asturias también querían mejorar sus instalaciones el informe que nos era tan favorable quedó en la nada.

En el tema sindical también estábamos casi en soledad. Los grandes esfuerzos de los sindicatos valencianos no contaron con el apoyo de las organizaciones estatales, incapaces de apoyar a Sagunto en detrimento de las exigencias de Asturias y Vizcaya.

Las grandes cifras nos eran claramente desfavorables. Mientras que en Sagunto eran 4.000 trabajadores siderúrgicos, en Vizcaya eran 11.000 y en Asturias 22.000.

El cierre de Sagunto afectaba a menos del 2 % de los trabajadores industriales de la provincia, mientras que en Vizcaya afectaba a más del 7 % y a Asturias más del 22 %.

Otra circunstancia claramente negativa para nuestros intereses fue la coincidencia de la reconversión siderúrgica con la naval que tuvo un gran impacto en las dos provincias con las que competíamos por la siderúrgica. Así en Vizcaya el cierre de Euskalduna, empresa fundada por Sota y gran sostén del nacionalismo vasco desde el mismo día de su fundación, provocó la huelga general, cortes de carreteras, enfrentamientos con la policía que se saldaron con un obrero muerto y muchos heridos. En Asturias más de lo mismo por el cierre de Naval Gijón.

Con este ambiente en los astilleros de Vizcaya y Asturias, añadido a la posición inamovible de la Unión Europea, que ya había tenido graves problemas por el cierre de fábricas en toda la Unión y ahora no podía tolerar que se integrara otro país sin que hubiera ninguna reducción en la producción. España hacía ya 10 años que anhelaba su integración y aceptó la reducción con el cierre de Sagunto.

La batalla enfrentaba a fuerzas muy desiguales y Sagunto, pese a la lucha mantenida durante tantos meses, tuvo que aceptar que el cierre era inevitable. La lucha sindical, única en la historia, se resolvió en un referéndum entre los obreros en el que se excluyó a los eventuales.

De los 4.018 con derecho a voto, lo hizo el 83,3 %, pues votaron 3.387. Votaron a favor del acuerdo 2.237, que suponía el 66,1 %. Se instalaron mesas de votación en ocho lugares de la fábrica. Todas las mesas aceptaron la propuesta del comité de empresa excepto la instalada en Laminación donde ganaron los noes por 490 a 233 y 18 nulos o en blanco. Todos los que votaron aceptaron el resultado, pero los eventuales y parte de la población del Puerto, quedó insatisfecha. Tantas huelgas, manifestaciones, cortes, viajes etc. no querían que fuera en vano. Querían seguir luchando para evitar el cierre. No había posibilidad. Se consiguieron condiciones laborales nunca conseguidas con promesas de recolocación y de instalación de nuevas industrias. Ahora, 40 años después, seguimos con el recuerdo de tan desigual lucha. No queremos que las jóvenes generaciones la olviden. El Puerto sigue adelante. Sufrió pero no murió.

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