Opinión | Reflexiones

El nuevo desorden

Veníamos tiempo atrás advirtiendo del peligro que supondría para la democracia una hipotética victoria de Donald Trump. La conjetura ha pasado a realidad y va camino de superar los peores augurios: la pareja de baile lo complica todavía más. Según el Financial Times, Elon Musk estaría buscando la forma de desestabilizar al gobierno laborista británico mientras, por otro lado, el gobierno alemán denuncia su injerencia en las elecciones que se celebrarán en febrero a través del apoyo al partido ultra Alternativa para Alemania (AfD). Quieren hacerse con la isla de Groenlandia para fijar desde allí un nuevo punto geoestratégico de control. Ursula von der Leyen y António Costa salían al paso en defensa de los valores democráticos de la Unión Europea mientras la italiana Meloni viajaba a los Estados Unidos para ponerse a disposición de los nuevos jefes, mostrando nuevamente su habilidad para ubicarse en el tablero político internacional. Mark Zuckerberg se sube al carro con el anuncio de la eliminación de los verificadores de noticias y datos de Facebook o Instagram. El ciberespacio que creíamos había abierto ventanas de libertad, está sirviendo en bandeja la propagación de este nuevo fascismo que avanza con paso firme: la dictadura del algoritmo. Un nuevo desorden liderado por dos millonarios sin alma que conjugan la política y el poder desequilibrando el mundo.

¿Será que existe un «fascismo eterno»? Cuando Umberto Eco pronunció aquella conferencia en 1995 era imprevisible lo que está pasando hoy, pero hay características de las que él habló que están presentes en el fenómeno desestabilizador actual. El culto a la tradición, la acción sin reflexión, la ausencia de pensamiento crítico, la frustración de las clases medias o el racismo dan cuenta de ello. Todo va demasiado rápido y no hay bola de cristal capaz de anticipar que pasará mañana. De momento, nos agarramos a la defensa de los valores democráticos con la impotencia de ver cómo crece este disparate político. La cuestión es cómo resignificar la democracia para evitarlo. El orden de hoy es evitar el desorden.

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