Opinión
Realidades alternativas
No sé a ustedes pero, cuando concluye otro año, a mí me da por mirar atrás y jugar a imaginar las posibilidades que se hubieran podido plantear de haber optado, en algún momento, por un desvío tangencial en el camino. En ese sentido, por ejemplo, he estado pensando en las posibilidades tangenciales que hubiera podido tener Valencia con respecto a la gestión del desastre de la Dana, de haber optado nuestro president, tiempo atrás, por otro posible oficio y he llegado a la peregrina conclusión de que, dado que se padre fue hematólogo jefe en la plaza de toros de Alicante, igual habría podido emplearse a fondo en el mundo del toreo. Pero tras analizar esta expectativa he entendido que, seguramente, vislumbró que su carrera taurina podría ser discreta, si no mediocre, ya que en el ruedo no hay espacio para las mentiras ni para los no valientes, como sí lo hay en la política. Así que tal vez, por esa misma razón, optó por esta otra actividad, imagino. Y lo hizo con algo bien subrayado en la agenda: si llegaba al poder, se traería consigo a los toreros y taurinos amigos de papá que tanto le fascinaban desde niño. Esos con los que no pudo convivir las tardes de gloria en la arena de albero. Los vestiría con traje sin luces, corbatas sobrias y zapatos oscuros, para pisar con ellos ese otro ruedo ibérico que congregan los congresos y las instituciones, tras regalarles cargos como si estuviera dando pases de verónica o suertes fundamentales al aire.
No concluí ahí, seguí jugando a regresar al futuro, como si fuera una especie de Doc Brown junto a la pizarra de su laboratorio destartalado, tratando de explicar a un sorprendido Marty McFly qué hubiera pasado, incluso, si hubiera tomado el president otra tangente bien distinta a la de la política, o a la del toreo. En este caso, nos encontrábamos con una razonable realidad alternativa en la que estaba metido de lleno en una comedida carrera musical, esa a la que tanto empeño le había dedicado. Y entonces comencé a plantearme la siguiente hipótesis: En otra realidad alternativa, el president y su grupo musical, el cuarteto Marengo, habían sido seleccionados para representar a España en el Festival de la canción de Eurovisión.
No me tomen la ocasión como descabellada porque en la realidad en la que habitamos, de entre las casi diez mil propuestas, cantando “y sólo tú y sólo yo, el cielo azul y en tus ojos el amor”, el president quedó entre los doce finalistas. Momento en el que casi se origina un universo alternativo. Momento en el que aquellos años de piano, guitarra y solfeo, le hubieran podido dar la disposición suficiente como para cumplir el sueño de adolescente burgués y provinciano de convertirse en otro Julio Iglesias de rostro pardusco y sonrisa de plástico con la que conquistar a la chica de sus sueños. Esa que solía salir rubia, con labios generosos, no sé si hoyuelos, y ojos achinados en los telediarios.
Sí, en ese otro universo paralelo, sería una figura local de la canción melódica que haría suspirar también a cualquier turista a la que le cantaría al oído en la playa de San Juan, “mirando el mar embrujador”. Su discreta carrera musical iría concluyendo con los años en los hoteles de Benidorm en los que, con el pelo tintado y ocultando una flácida barriga con una faja interior, cantaría canciones románticas para animar a ancianitas inglesas dispuestas a invitarle, en esa misma terraza, a otro tinto de verano antes de remarcarle con acento británico el número de su habitación.
En esa Valencia alternativa, en la que hubiera sido seleccionado para el Festival de Eurovisión años atrás, tal vez muchas de las víctimas mortales de la Dana habrían quedado en casa a salvo, gracias a las alertas puntuales ordenadas por alguien con más atención a las preemergencias, y no tanto a los videos de Instagram o TikTok. Muchas de ellas habrían podido brindar con cava esta Navidad, y tomar en familia las doce uvas al ritmo del televisivo reloj y campanario de Puerta de Sol. Pero el president, nunca optó por esas posibilidades tangenciales. Tuvo que desear llegar a lo más alto en política en Valencia, igual que su mentor murciano, a quien seguro dedicó el “Nada nada nada nada nada es igual si tú no estás” con el cotillón, las uvas y su sonrisa alicantina y almendrada con la que casi se clasifica para Eurovisión.
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