Opinión | Ágora
España en libertad. 50 años
El título de este artículo se corresponde con el lema oficial de las celebraciones por el medio siglo de democracia que el Gobierno acaba de poner en marcha. Se trata de celebrar, ni más ni menos, que el medio siglo de democracia, honrar a aquellas gentes que lucharon por la libertad y enseñar a las generaciones más jóvenes los valores democráticos. Pero no se trata de ese latiguillo de los «50 años sin Franco» que algunos medios de comunicación están utilizando como un eslogan para falsear o manipular el sentido de la efeméride. El programa de este aniversario pretende unos actos de afirmación democrática y no una maniobra de distracción para evitar los debates del presente, como se empeñan en sostener tanto la derecha como los herederos del fascismo. ¡Qué pereza le dan a Alberto Núñez Feijoó, según declara él mismo, estos recordatorios! Quizá habría que decirle al presidente del PP que mucha más pereza, incluso cansancio y hastío, nos produce a millones de demócratas que la derecha española todavía no haya sido capaz de condenar como se merece el golpe de Estado de 1936 que se alzó contra una República legítima y alumbró una dictadura del general Franco durante cuatro décadas. Un día y otro aquellos que nos dedicamos a la investigación histórica comprobamos, con una mezcla de asombro e indignación, cuánto se parecen los discursos de hace casi un siglo de José Antonio Primo de Rivera o de José María Gil Robles a los mítines incendiarios de Santiago Abascal o de Isabel Díaz Ayuso. Así pues, mientras la izquierda, con errores, fracasos y vaivenes, ha podido evolucionar hacia una modernidad democrática, la derecha sigue anclada en un pasado tenebroso.
Aunque muchos pensábamos que España ya no era diferente del resto de Europa, nuestros dirigentes conservadores se empeñan en desmarcarse de las conductas habituales de sus homólogos del continente. De este modo produce sonrojo que las derechas de Alemania, Francia, Portugal o Grecia hayan participado, sin reservas y con amplios consensos, en conmemoraciones similares a las que nuestro país abordará a lo largo de este 2025. No deja tampoco de provocar estupor que el rey Felipe VI tenga previsto acudir a varios actos en los campos de concentración nazis, en recuerdo de sus víctimas, y haya alegado problemas de agenda para no asistir a la apertura del programa España en libertad. 50 años. Es cierto que podrá discutirse si esta efeméride convenía más recordarla con referencia a la muerte de Franco o a las primeras elecciones democráticas de 1977 o quizá a la aprobación de la Constitución de 1978. Ahora bien, acusar de oportunismo al Gobierno, a universidades y centros culturales, a cientos de instituciones de la sociedad civil, que preparan desde hace años la conmemoración, resulta cuando menos un sarcasmo. Congresos, exposiciones, debates, documentales, libros y un sinfín de actos públicos aspiran ahora a remarcar los valores democráticos y a explicar los inmensos cambios que este país ha experimentado en los últimos 50 años. El objetivo de fondo apunta al futuro y no al pasado y apela a las nuevas generaciones, ignorantes en tantas ocasiones del país en el que vivieron sus padres y sus abuelos. Suele afirmarse con toda la razón que sociedades que desconocen su pasado están condenadas a repetirlo. Algo que parecen desear los enemigos de la democracia. n
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