Opinión

Incendios de California: no es natural

Estamos recibiendo estos días terribles noticias sobre grandes incendios en California. Repetidamente se habla de catástrofe natural. Aún no hay informaciones claras de las causas de los fuegos, pero parece poco probable sean naturales. El origen parece situarse en las periferias de zonas urbanas o urbanizadas, cosa que apunta hacia causas humanas. Resulta inevitable pensar en nuestro territorio y en los incendios que padecemos reiteradamente y que, en ocasiones, han llegado a tener grandes dimensiones, con daños muy graves. Cuando llegan noticias alarmantes de otras partes, como éstas, es frecuente plantear extrapolaciones y paralelismos; pero las comparaciones deben hacerse con prudencia y conocimiento de las diferencias. En el caso de California, aunque el clima es parecido y existen semejanzas con la vegetación natural de nuestras tierras, hay también muchas diferencias sociales, económicas, ambientales y políticas. Aún así, alguna idea puede ser de aplicación a nuestro caso, salvando las distancias.

Como ocurrió con la dana, demasiado pronto se habla de catástrofe natural, cosa que se debe matizar. Las fuertes precipitaciones muy localizadas en el tiempo y el espacio, pueden ser de origen natural; pero está claramente reconocido que la frecuencia e intensidad de estas precipitaciones desmesuradas se incrementan por un proceso de causa humana: el cambio climático. Por otra parte, la magnitud del desastre ha aumentado enormemente por acciones claramente humanas, como la deforestación y degradación de la vegetación natural en las cabeceras de ríos y barrancos. La alteración y ocupación de los cauces, la modificación o eliminación de la vegetación de ribera y, finalmente, la ocupación de zonas bajas inundables, donde el desastre se ha hecho máximo. Todo esto no tiene nada de natural.

Volviendo a los incendios, tenemos disponible una información muy amplia y detallada sobre este fenómeno en el territorio valenciano; de ninguna manera podemos considerarlo como un problema natural. El 80% de los incendios, ahora y aquí, están provocados por los humanos, mientras que la única causa natural, los rayos, son una absoluta minoría. Considerar los incendios como naturales no sólo es incorrecto; es que, además, no ayuda a solucionar el problema, sino todo lo contrario. La prevención de los incendios, ahora y en nuestra sociedad actual, debe basarse en evitar las causas humanas de los fuegos, dedicando los recursos económicos, los esfuerzos organizativos y la regulación necesaria. Sin embargo, la administración valenciana, y muchos técnicos responsables de la gestión forestal, consideran que los incendios son naturales e inevitables. Así que no consideran prioritario combatir sus causas y dedican recursos y esfuerzos muy insuficientes a evitar los incendios. Mientras tanto, centran las inversiones y actuaciones en intervenciones muy caras y muy impactantes, cuya eficacia es muy discutida, que no se evalúan de manera sistemática y que en ningún caso evitan los incendios, como es el caso de los mal denominados “cortafuegos”.

Estas medidas de eliminación de vegetación natural y de generación de discontinuidades servirían (en el mejor de los casos) para contener o frenar un fuego que ya avanza descontrolado y ocupando una gran extensión, porque no se ha sabido evitar a tiempo. Esas medidas de contención, si tienen algún efecto, es cuando ya es muy tarde, cuando ha fracasado la prevención y el cómputo de daños es muy elevado y cuando los efectivos de extinción (que también implican gastos enormes y riesgos graves para los equipos humanos) tienen que emplearse a fondo, al límite de sus capacidades, en muchas ocasiones. Ese tipo de estructuras de contención del fuego (como los cortafuegos) tienen un gran impacto sobre los ecosistemas, ya que en su mayoría consisten en eliminar o reducir drásticamente la vegetación natural. Los gestores culpabilizan, muy injusta y equivocadamente a la vegetación, que jamás arde espontáneamente. Sólo arde cuando la queman, generalmente actuaciones humanas, sobre las cuales se prefiere no intervenir con contundencia y de forma sistemática, por motivos nunca justificados.

De esta manera, se degrada y se destruye la cubierta vegetal protectora, la cual necesitamos conservar urgentemente. Al mismo tiempo, se fracasa en la necesaria prevención. Se está demonizando una vegetación que no sólo es inocente del delito, sino que es la que nos protege, aportando funciones de altísimo valor que nuestra sociedad necesita de manera imperiosa, como la recarga de acuíferos, la protección y conservación del suelo fértil, la prevención de riadas y el mantenimiento de los equilibrios atmosféricos y climáticos. En vez de eliminarla o permitir que se queme, deberíamos protegerla y conservarla. Es vital. Si la perdemos, restaurar sus funciones nos costará mucho, o peor aún, no será posible.

Con esta equivocada estrategia de prevención, y con la alteración del clima en aumento, de cara al futuro inmediato, un desastre parecido al de California podría ocurrir en nuestras tierras, porque no se están combatiendo las causas del problema. Las medidas de contención del fuego, cuando se presentan situaciones atmosféricas y climáticas muy adversas, como en California, y que pueden darse también aquí, servirán de muy poco. En esas condiciones difíciles, el fuego puede saltar discontinuidades por grandes que sean, tipo cortafuegos o similares. La aparente seguridad que nos ofrecen es fictícia.

Mientras tanto, lo que está plenamente en nuestras manos, como es actuar contra las causas reales del fuego, las actividades humanas de riesgo, se abandona antes de dedicar los recursos necesarios.

A priori se considera que los fuegos son naturales e inevitables. Pero esto es rotundamente falso.

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