Opinión | La ventana

Las parejas de baile

Se ha puesto en circulación que gente cercana al chico de Ayuso ha sufrido asaltos en los domicilios tanto de su abogada ­como del arquitecto que reformó el pisito compartido, y también habrían abierto el coche del propio González Amador. A la sufridora de sus tribulaciones y andanzas le ha faltado tiempo para referirse al enésimo episodio temblorosa de placer por mucho que disimule: «Es parte de lo que está sucediendo en mi entorno. Estamos ante una operación de Estado contra un adversario político por esa supuesta multa de un momento en el que él y yo no éramos pareja y por lo que tengo que hacerme cargo cada día». La pobre...

El maestro de la observación que es Manuel Vicent hacía su diagnóstico al respecto de la siguiente guisa: «Este enredo judicial interminable de bulos y fiscales que se trae la presidencia de la Comunidad de Madrid, dentro de la pelea de gallos con la presidencia del Gobierno, se acabará cuando el novio de la señora logre por fin abrocharse la chaqueta». ¡Es verdad, joder! Pongan el nombre del gachó en el chisme y verán que en la inmensa mayoría de las imágenes en las que anda a punto de alcanzar el juzgado está intentándolo, dale que te dale. Hay que ser un rastreador muy fino del género en danza para, en medio de semejante lío del montepío, caer en la cuenta de que con la tripa a cuestas no le da para meter el botón en el ojal. Otro ardid de Sánchez, que no veas cómo le queda al canalla el atuendo.

La semana se cerró con que, al ser llamado a declarar, se reactivaba la causa. Alberto ha solicitado otro aplazamiento. Dice que viaja a Estados Unidos y México. Paralelamente el Supremo ha pedido a Google y a guasa datos de las cuentas de García Ortiz para recuperar los mensajes. Como a Trump se le ocurra darle competencias a Amador en el TikTok que quiere reformar, el fiscal general se entrega directamente. Lo único que no puede permitirse el emparejado es que se resquebraje la estabilidad emocional de la que disfruta. Entonces es cuando su caso iría p’alante.

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