Opinión | Tres meses de la dana

100 días después de la dana

Para disminuir el impacto de las dana del futuro, tenemos que invertir en obras de prevención de inundaciones, repensar el sistema de emergencias y mejorar la coordinación institucional.

Reflexiones de la dana

Reflexiones de la dana

Una violenta masa de agua arrasó todo a su paso en una de las mayores catástrofes registradas en nuestro país. En el Mediterráneo, las riadas son una constante histórica y suceden varias veces por siglo por clima y orografía. Todos tenemos en la memoria otras fechas aciagas como 1982 o 1957, la diferencia ahora es que los expertos predicen que serán más frecuentes y devastadoras por el cambio climático. Si el sistema de ciudades ya se asentaba en parte en zonas inundables, en las últimas décadas la superficie urbanizada se ha más que duplicado. Para terminar de empeorar la situación, el plan de prevención de inundaciones (PATRICOVA), que regula dónde se puede construir y donde no, llegó tarde al mayor crecimiento urbanístico en nuestra tierra y, al mismo tiempo, las infraestructuras de canalización más importantes del plan hidrológico nacional (PHN) no se habían construido.

Cuando Cheste despertó nos encontramos carreteras y ferrocarril cortados, servicios básicos inutilizados, edificios inundados, torrentes por las calles o campos que habían desaparecido y dejaban vista la roca madre. Sólo en infraestructuras públicas en Cheste hay más de 10 millones de euros en desperfectos, el equivalente al presupuesto municipal de 1 año.

En medio del caos, se evidenciaron clamorosos fallos del sistema de emergencias que deben corregirse en un debate que debe encauzarse de inmediato. Algunas vías de corrección podría ser la mayor profesionalización de la toma de decisiones y el envío de alertas. También modificar las competencias en la restricción de la movilidad, que es una de las medidas que por si sola más vidas puede salvar, y debe estar al cargo de las CCAA o el Estado, al tener una visión global e información fiable. Se deberían garantizar sistemas de alerta y comunicación que funcionen sin depender de la red eléctrica para informar a la población, evitar bulos, para comunicarnos con la dirección de la emergencia, para recibir instrucciones y para valorar la situación o los daños. Es urgente fomentar la cultura de emergencias para que la ciudadanía pueda minimizar sus riesgos. Es incomprensible que no se haya incorporado a los ayuntamientos al CECOPI hasta la semana pasada o al menos haber establecido un canal normalizado de relación alternativo, porque los ayuntamiento tenemos un conocimiento exhaustivo del terreno que puede ser útil y porque necesitamos conectar con la dirección de la emergencia y poder así atender a su vez a los ciudadanos. Hay muchos aspectos que debemos repensar y compartir entre los especialistas, los responsables autonómicos y estatales para aprender de los errores y afrontar las próximas DANA.

Cheste fue una isla las primeras 48 horas y sentimos soledad manteniéndonos en pie gracias al esfuerzo conjunto de voluntarios, trabajadores municipales, corporación municipal al completo, empresas etc. Posteriormente, llegaron las fuerzas y cuerpos de seguridad, infraestructuras de Diputación, ADIF y la Generalitat para empezar a reconstruir y destaca también la Unidad Militar de Emergencias que ha tenido una presencia notable en Cheste.

Tras la primera fase de la emergencia, todos centramos la atención en la reconstrucción social y económica. Las ayudas deben llegar cuanto antes para que se pueda rehacer vidas y negocios. De hecho, el impacto económico es descomunal: la DANA afectó a un tercio de la población, el PIB y el empleo en Valencia, La reconstrucción debe basarse en un análisis conjunto entre instituciones, con un plan y reparto de tareas para reparar infraestructuras, ayudar a las familias y empresas afectadas, y fomentar la atracción de nuevas inversiones para compensar la destrucción del tejido económico que se producirá.

El 29 de octubre fue una advertencia sobre nuestra vulnerabilidad ante el cambio climático. Que nadie olvide a las más de 200 personas fallecidas, 7 de ellos de Cheste. Para disminuir el impacto de las DANA del futuro, tenemos que invertir en obras de prevención de inundaciones, repensar el sistema de emergencias y mejorar la coordinación institucional. Y desde luego poner toda nuestra energía en enfrentar una reconstrucción que llevará años.

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