Opinión
Lolita es Poncia

Lolita en el papel de Poncia. / L-EMV
La noche de su estreno en el Teatro Olympia de València, 13 de noviembre, se conjuraron todos los astros, y Lolita Flores interpretó a Poncia de manera magistral. Lolita fue Poncia, y su interpretación del personaje, para recordar. Tras el tiempo de silencio sufrido en la casa, la voz de Poncia se abre paso ajustando cuentas con la familia a la que durante décadas ha servido sumisa, y humillada. La criada es testigo de la verdad que transcurre entre las cerradas paredes que la madre Bernarda dispone para sus hijas, y las criadas, tras la muerte del padre.
Las hermanas se ven encerradas en la casa, durante ocho años de un luto excesivo, que lleva a que entre ellas surjan conflictos por la libertad y la juventud, de mujeres a las que se les otorga el papel tradicional, que la historia y su madre les adjudica. Adela, la más joven, se ve cortejada por la pareja de su hermana mayor, y sus amoríos acaban llevándola a la muerte, por suicidio, lo que a Poncia, le hace reflexionar, sobre la represión en la que transcurre su existencia.
La reflexión de Poncia, desde su humilde origen, se eleva, en el espléndido texto que, Luis Luque, autor y director de la obra, quien ya dirigió a Lolita Flores en “Fedra”, ha preparado, al introducirse en el alma de Adela, y desde ella - “una hembra valiente”, diría - juzgar las situaciones de dominación, pasión, envidia, odio, opresión, sensualidad, que las paredes de la casa de Bernarda encierran, y que Adela quisiera remediar, sin conseguirlo.
Lolita, a quien conocimos para el teatro en, “La plaza del diamante”, donde la “Colometa”, se enfrenta a todo tipo de dificultades, y más tarde en, “La asamblea de las mujeres”, como, Praxágora, al frente de las mujeres de Atenas, encuentra en Poncia un papel estelar. Su condición de andaluza y extracción popular, le confiere un papel especial, al confluir en ella la condición de una Poncia universal que, a buen seguro, el propio García Lorca aplaudiría, por su amor por la libertad, que la reciente entrevista televisiva, realizada por Jordi Évole, la pone, de nuevo, de actualidad.
Poncia, cuestiona las relaciones sociales de la familia de Bernarda Alba, y habla del suicidio de Adela, la culpa, las clases sociales, y todo lo que durante treinta años ha vivido de forma maltratada y callada. La lucidez desde la visión de la criada, que alza la voz, ilumina todo el espacio escénico y todo un auditorio sorprendido ante unos hechos largo tiempo silenciados.
En un tiempo y un lugar para la palabra, Poncia, abre su corazón y con ella, Lolita, que se identifica con el personaje, no solo al representarlo, sino al sentirlo como propio, ofrece una noche mágica, en palabras de Mariángeles Fayos - de la dirección del Teatro Olympia - en la que, lo allí vivido con su actuación, hace estremecer. El público, conmovido, puesto en pie, con su aplauso, lo agradeció.
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