Opinión
Entre café y café no cabe la Agenda 2030
Empiezo a preguntarme si habremos tenido más capacidad para entender la necesidad de la Agenda 2030 y debatir sobre el decrecimiento, que empatía para explicarlos y habilidad para su implementación

Logotipo de los Obejtivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. / L-EMV
¿O sí? No estoy seguro. Pero son las siete de la mañana y, como de costumbre, voy a tomarme un reconfortante café antes de empezar la jornada. Cuando entro en la cafetería, una de esas que ya no son cafeterías, sino asépticas franquicias a las que nos hemos acostumbrado, me encamino hacia una mesa en un rincón, buscando refugio frente al aire frío que entra por la puerta automática que se abre y cierra incesantemente.
Justo en la mesa de al lado, dos hombres que, a juzgar por su atuendo, deben ser albañiles, se sientan uno frente a otro. No se cruzan palabra, pero ambos están escuchando, a través del altavoz del móvil de uno de ellos, el último discurso de Milei en Davos. Están francamente atentos y, de vez en cuando, asienten con la cabeza y comparten miradas de aprobación.
Como en estos establecimientos pagas como en un bar, pero te sirves tú, después de dejar mis cosas en la mesa, me dirijo a la barra. María, la camarera, es una simpática chica sudamericana. Casi siempre va en manga corta, aunque estemos en enero, cosa que a mí me sorprende. Ella me explica que entra a las 5 de la mañana para hornear y que allí dentro hace mucho calor; más aún si, además, tienes que estar arriba y abajo reponiendo estanterías.
A fuerza del breve, pero repetido encuentro diario, surge cierta confianza y, con ella, cortas conversaciones que dejan traslucir la persona que hay detrás del personaje que cada día vestimos. En una de esas conversaciones, siendo viernes y viendo el cansancio reflejado en su rostro, le pregunto si le tocaba trabajar el fin de semana. Era más una pregunta de cortesía que otra cosa, pero María, que como ya les he dicho, es muy maja, me contesta afable que trabaja todo el fin de semana. De hecho, trabaja todos los días, ¡y los fines de semana, 12 horas cada día!
En ese momento, recuerdo que, mientras venía al trabajo, estaba escuchando en la radio noticias sobre Fitur y la importancia de la hostelería en la economía española y, ahora, especialmente en la valenciana, después del desastre que ha supuesto la dana. Pero algo empieza a chirriarme cuando el sector, tan importante que representa el 6% del PIB de la Comunitat Valenciana y genera 180.000 empleos, consiente esas condiciones laborales. ¿Puede un sector tan vital para nuestra economía sustentarse en tal precariedad?
María no es un caso aislado. Yo, como muchos de ustedes, soy de pueblo. En los pueblos y pequeñas ciudades todavía nos conocemos y nos enteramos de casi todo. Sí, en el bar donde suelo tomarme una caña con amigos, también pasa algo parecido. Y en el de al lado, donde cada dos o tres meses los camareros cambian. Lógico. Esos sueldos, esos horarios, esas condiciones no fidelizan al profesional.
Perdido en estos pensamientos, apuro rápidamente el café y acudo al despacho. Hoy tengo que preparar una ponencia sobre cambio climático y decrecimiento. A veces, introduzco el concepto decrecimiento como acicate para reflexionar colectivamente sobre si el crecimiento ilimitado que promueve nuestro sistema económico es compatible con la realidad de unos recursos naturales limitados. Este es uno de los grandes interrogantes a los que nos enfrentamos y debatir sobre ello es estimulante.
Sin embargo, mientras voy colocando gráficas para la presentación, me invade una incómoda sensación. Me pregunto qué pensará María del decrecimiento si, para sacarse un salario mínimamente decente a 6 euros la hora, debe meterse entre pecho y espalda un montón de horas. Y me pregunto qué pasará cuando María, un día de estos en el que los albañiles de la otra mesa pongan el altavoz un poco más alto, escuche a los Milei.
Con estos pensamientos, soy incapaz de centrarme en la ponencia. En su lugar, empiezo a preguntarme si habremos tenido más capacidad para entender la necesidad de la Agenda 2030 y debatir sobre el decrecimiento, que empatía para explicarlos y habilidad para su implementación. La incomodidad crece cuando pienso que, sin pretenderlo, nuestra falta de perspectiva haya podido contribuir a la desafección social y a crear ese vacío que tan bien saben ocupar los populismos. Esto, tal vez, sea ahora nuestro principal reto. Sin embargo, me temo que cada uno seguiremos con nuestras ponencias.
Suscríbete para seguir leyendo
- Empieza el derribo de los bungalows de Catarroja dañados por la dana
- El ayuntamiento decreta el cierre de un club de fumadores de marihuana
- Sergio Ramos y Pilar Rubio se separan: El futbolista se muda a México tras fichar por el Rayados Monterrey
- La Fe aplica a dos bebés un tratamiento pionero contra la atrofia muscular
- La hermana del profesor señalado por terapias de conversión denuncia abusos sexuales desde los 4 años
- El mundo del fútbol llora la muerte de la joven atropellada en la Ronda Nord de València
- Dos años de cárcel tras reconocer que violó a una amiga mientras dormía
- Evacuan una vivienda de Albal tras encontrar una grieta en el garaje