Opinión
¿Barrancos limpios? Evidentemente… o no tanto

Labores de desescombro en el barranco del Poyo / E.P.
Han pasado ya 3 meses desde la fatídica noche que cambió nuestras vidas para siempre. Durante este tiempo, emergen recurrentemente voces que reclaman la limpieza de los barrancos como propuesta para evitar volver a sufrir daños similares.
Apelar a la necesidad de mantener los barrancos limpios se plantea como una falsa dicotomía. Nadie puede querer un río o un barranco sucio. Más aún, nadie puede plantear o defender que cualquier elemento está bien cuando está sucio. Como siempre, la clave está en los matices. ¿Qué entendemos por un barranco sucio?
En cualquier paseo por la ribera de los barrancos vemos botellas, bidones, neumáticos, plásticos y un sinfín de residuos acumulados, hasta el punto de darle absoluta normalidad. Ante el eslogan «hay que limpiar los barrancos», podríamos imaginar a brigadas de personas bajando con fregonas, cubos, trapos y productos de limpieza para dejar reluciente su lecho, frotar la corteza de los árboles y desempolvar las hojas de las hierbas que crecen en los márgenes. Sin embargo, en la mayor parte de los casos las llamadas a la limpieza pretenden eliminar la vegetación de los cauces naturales para que el agua fluya con libertad.
Tal vez conviene en este punto desempolvar los libros de texto cuando estudiábamos en el colegio los ríos y barrancos, cauces excavados durante siglos por el curso del agua de acuerdo a la topografía y los materiales que se encuentra y los que arrastra. Estudiábamos su vegetación, las llanuras de inundación y los bosques de ribera como elementos inherentes a los cursos de agua. No son ajenos al sistema, son el sistema. Sin embargo, basta echar un vistazo al barranco que tengamos más cerca para ver hasta qué punto se han desatendido, maltratado y degradado los cursos de agua en nuestro territorio: invadidos en sus cauces, laderas, riberas y llanuras de inundación. ¿Dejar limpio un barranco es quitar su vegetación y transformarlo en un canal de drenaje? Nadie plantea juiciosamente talar los árboles para limpiar un bosque, o que un río de alta montaña esté sucio por verse a la sombra de una chopera, olmeda o sauceda. ¿Por qué se reclama entonces para los barrancos? Desnaturalizar y desfigurar los ecosistemas que nos rodean es quitarles sus funciones, algunas de ellas fundamentales para nuestro bienestar y salvaguarda.
Precisamente, una de las causas más graves de la degradación de los barrancos es la presencia de la caña común, una especie exótica invasora. Como hemos podido ver en innumerables imágenes, se rompen con facilidad, y sus fragmentos arraigan con facilidad, invadiendo nuevos tramos. Con ello, alteran profundamente la dinámica y funciones de los barrancos: provocan que el sustrato se disgregue, desmorone y erosione como estrategia para facilitar su dispersión, e impiden que crezca la vegetación natural, exacerbando enormemente el impacto de las riadas e inundaciones. La vegetación natural de las riberas de los barrancos, como el carrizo, sauces, zarzas, jóvenes chopos y álamos se encuentran adaptadas a las crecidas de los barrancos, con tallos flexibles que mientras se comban y se mantienen arraigados combaten la fuerza del agua y reducen la velocidad de ésta. Son precisamente los tramos de barrancos y otros cursos de agua con un mayor grado de naturalidad los que han sufrido menos daños durante esta dana, y los que han derivado menor impacto en el entorno, mientras que los tramos desprovistos de vegetación o con cañas aumentaban la velocidad del agua al tener vía libre y su efecto arrollador.
En un contexto en el que la ciencia nos avisa que estos fenómenos van a ser más recurrentes, como sociedad no podemos correr el riesgo de confiar en reincidir en los errores del pasado, maltratándolos y convirtiéndolos en lechos desnudos donde las aguas se desbocan. Los barrancos pueden ayudar a drenar las inundaciones si sabemos entender y aprovechar su funcionalidad. Limpiemos los barrancos, sí, demos lustre a su naturalidad, eliminando todos los elementos que le son ajenos: basuras y cañas exóticas invasoras.
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