Opinión | Voces

València

Quizá no pueden entenderlo

No hay «promesa de libertad entre las sábanas» (que dirá Joana Bonet) cuando uno se levanta un minuto después de las cinco de la mañana. Tengo viaje a Madrid y observo un hábitat que no acostumbro. Mi padre nunca se puso el despertador, porque su sordera lo convertía en un ejercicio inútil, pero nunca llegó tarde. Se levantaba a las dos de la mañana para comprar antes de que se asomase el sol la mejor fruta y verdura del mercado y abastecer a la clientela que atendía mi madre en una diminuta tienda de un pequeño pueblo.

No hay placidez a esas horas de la madrugada. Permanecer consciente en ese periodo del día siempre es una imposición. No habita ese ecosistema, con un particular idioma, quien puede evitarlo. No hay frivolidad ni banalidad a esas horas, no hay esperanza. Es la vida proyectada, es pensar en el mañana, posiblemente de nuestros hijos, siempre de nuestros hijos ¿Cuántas generaciones han vivido única y exclusivamente para suministrar un futuro mejor a sus hijas e hijos, contentándose con alegrías volátiles? Si no se pueblan las calles de la madrugada no se entiende a parte de la sociedad, la que verdaderamente permite el progreso. No son todos los del 99 % pero, a esas horas, no hay ni uno de los del 1 %.

Hay una mirada que no ve, que no quiere ver. Hay un mundo alejado de madrugones y la ausencia no se ve y difícilmente se siente lo que no se ve. Si habitan determinadas horas es porque se alargó la velada pero no es lo normal para esos privilegiados que sólo ven esporádicamente y desde la distancia sentimental un mundo que otros padecen. Byung-Chul Han defiende: «La expulsión del otro refuerza la compulsión autopropagandística de adoctrinarse con las propias ideas. Este autoadoctrinamiento produce infoburbujas autistas que dificultan la acción comunicativa. Si la compulsión de la autopropaganda aumenta, los espacios del discurso se ven cada vez más desplazados por cámaras de eco en las que la mayoría de las veces me oigo hablar a mí mismo». Oímos pero no escuchamos.

Los dirigentes de empresas, gobiernos, clubes o cualquier elemento de transformación de la sociedad deben ser consciente de lo que vive el pueblo, de sus padecimientos y penalidades. También de sus anhelos y sueños. De lo contrario no tendrán capacidad de representación. Martín Presa no entiende el vallecano y la grada lo repulsa. El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. El desconocimiento de la gente común te impide hablar por ella. «Common People» de Pulp. La versión de Manel. «Viure com ho fan els altres, veure les coses que veu la gent normal, dormir amb qui dormen els altres, ficar-te al llit amb gent normal com jo... I ella no..., no entenia res... I m’agafava del bracet! Comparteix pis amb estranys, busca una feina formal, puja al metro pels matins, ves al cine alguna nit. Però igualment mai entendràs, el que és anar passant els anys, esperant la solució, que s’emporti tanta por. No... tu mai viuràs com viuen els altres, ni patiràs com pateix la gent normal, mai entendràs el fracàs dels altres, mai comprendràs com els somnis se’ns van quedan».

El mundo se construye por la noche. Te puedes fiar de quien se levanta a las 2, a las 3, a las 4. Cuando mi madre me despertaba a las 6:30 para viajar hasta Valencia a curar mis pies planos con zapatones incaminables, mi padre ya hacía horas que había marchado. Nunca llegué a verlo, enfundado en su vestimenta de futuro. Ahí, a esas horas, mi madre era silencio y sólo Gabilondo tenía permiso para sugerir la vida. Ella siempre fue silencio.

Uno desarrolla cierta superficialidad y empobrecimiento reflexivo si desconoce qué se cuece cuando el mundo duerme, esa realidad intemporal y abstracta. Una realidad que se observa de forma tangencial, si se observa. Queremos distracciones porque evitan el mal trago, también sorteamos excesiva conciencia porque el conocimiento es, a menudo, miedo y dolor. Enrique Vila-Matas explica que Kafka no podía soportar el cine porque la rapidez de movimientos y la vertiginosa sucesión de imágenes le condenaban a una visión superficial de una forma continuada. No saber para protegerse, desconocer para mantener privilegios.

Pero la razón exige, al menos, saber, conocer qué se trama, descubrir realidades distantes a la nuestra, buscar la complejidad de la vida. Y saludar con un inclusivo «bon dia» a quien quizá lleve ya cuatro horas despierto.

Tracking Pixel Contents