Opinión
Niñas soldado: condenadas al olvido
Es imperativo que los gobiernos tomen acciones para detener las guerras y poner fin a los crímenes contra la infancia

Niños soldados en Congo. / L-EMV
Unos 300.000 niños de todo el mundo han sido captados por grupos armados, que les arrebatan la infancia, la salud e incluso la vida. El Día Internacional contra el Uso de Niños Soldado es momento de abogar por ellos y recordar que esta cifra es solo la punta del iceberg: muchos casos permanecen ocultos, sin detectar, a los ojos de la comunidad internacional. De todos estos niños, alrededor del treinta por ciento son niñas. En la República Democrática del Congo, por ejemplo, la cifra se eleva al cuarenta por ciento. Son niños y niñas esclavos de la guerra.
Según Save the Children, en los últimos 30 años la proporción de niños que viven en zonas de conflicto se ha duplicado. Y las violaciones graves contra niños, niñas y adolescentes aumentan a un ritmo alarmante. Datos oficiales revelan que en 2023 las agresiones contra menores crecieron un 15%, abarcando crímenes como reclutamiento forzoso, uso en hostilidades, secuestros, asesinatos, ataques a escuelas, agresiones sexuales y privación de asistencia humanitaria. Estos tipos de crímenes, sobre los cuales el Consejo de Seguridad de la ONU centra su atención, reflejan la vulnerabilidad extrema de la infancia en zonas de guerra.
Las niñas, en este contexto, padecen una doble invisibilidad. Si bien los niños son más propensos a ser reclutados como combatientes y las niñas a sufrir violencia sexual, a las menores que integran los grupos armados también se les obliga a portar armas, participar en combates o cumplir funciones de apoyo, como reclutamiento (¡qué gran paradoja!), avituallamiento, logística y enfermería. Además de la esclavitud en el cumplimiento de estas tareas, muchas son víctimas de violencia sexual sistemática. Se estima que el 98% de las agresiones sexuales en conflictos afectan a niñas y mujeres, con las adolescentes como el grupo más vulnerable. Como esclavas sexuales, quedan embarazadas y se las somete a abortos forzados a edades tempranas, lo que agrava aún más su sufrimiento físico y emocional.
El calvario de estas niñas y adolescentes no termina si logran escapar o entran en procesos de negociación. En las conversaciones para la liberación de menores, a veces los grupos armados ni siquiera las mencionan, ya que no las consideran combatientes, o temen que las niñas denuncien la violencia que sufrieron dentro del grupo. En muchos casos, se las retiene hasta el final, porque las necesitan como fuerza de trabajo o por el temor de sus dirigentes a enfrentar cargos adicionales por crímenes de guerra. Cuando finalmente logran salir, la mayoría enfrenta el rechazo de sus propias familias y comunidades. La sociedad se convierte en un espacio hostil que margina a la niña-víctima y la condena al silencio. Hoy podemos verlo en ‘La niña’, una serie colombiana basada en hechos reales. Ya lo dijo Desmond Tutu: «Las niñas en la guerra son las más vulnerables: sufren el hambre, la violencia y el olvido».
Tenemos una deuda pendiente con los niños y especialmente las niñas soldado, las grandes olvidadas en los procesos de paz, reparación y reinserción. Para la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, «las niñas no deberían ser botines de guerra, sino portadoras de paz». Sin embargo, en muchos acuerdos de paz ni siquiera se menciona su existencia, ni se establecen programas de apoyo adecuados para su recuperación.
Es imperativo que los gobiernos tomen acciones reales para detener las guerras y poner fin a la venta de armas a grupos y países que cometen crímenes contra la infancia. También para desarrollar programas eficaces de reparación y reintegración de estas niñas, olvidadas durante el conflicto y borradas de la historia tras su finalización. La comunidad internacional no puede seguir ignorando la situación de los niños y las niñas soldado. Como sociedad, tenemos la responsabilidad de exigirlo.
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