Opinión | A la contra
Prohibido jubilarse
Debería prohibirse el derecho a jubilarse a alguna gente. Pienso en Paloma San Basilio, quien, a sus 74 años y con 50 de carrera musical, decide retirarse para dedicarse a otros asuntos como pintar o escribir. Estudió Filosofía y Letras, abandonó Psicología muy avanzada la carrera y en su interior abriga sabiduría, creatividad e inquietudes. Ha publicado dos libros y quiere ejercer de abuela con mayor intensidad de la que pudo como madre. Su retirada, si bien comprensible, deja huérfana a varias generaciones y resta luminosidad a un mundo demasiado gris. La despediremos el 6 de junio en el Teatro Albéniz de Madrid sin fecha en València a la vista. Con todo, su adiós debería condicionarse a una votación popular. No sé si le agradará la idea, pero, ¿cómo dejar volar a nuestra Paloma si, cuando sube a un escenario, sigue luciendo voz, puesta escénica y trascendencia?
Convendría establecer criterios objetivos para una jubilación. Los años no serían un factor determinante. Si pudiera jubilaría a incontables docentes –alguno/as treintañero/as– porque su aportación al ámbito laboral resulta irrelevante. Huelga decir que en todas las profesiones sobra gente a la que les falta alma. Un buen indicador para retirar o no a alguien sería su alma. A fin de cuentas, el mundo va sobrado de desalmados/as. Y la experiencia nos recuerda que las mejores personas siempre se marchan de su profesión o de la tierra demasiado pronto. Miren si no a Massiel, otra artista de infinita luminosidad que se marchaba del mundo artístico sin decir adiós, en toda plenitud y todavía moza. Siempre consideré su «jubilación» no oficial una puñalada trapera. Pero Massiel tiene estos arrebatos, pues ni avisa ni es traidora. Sufrimos a diario horteras de la canción y las genias –y la única flamante ganadora de Eurovisión en nuestro país– se retiran como si la cosa no fuera con ellas. Es una injusticia poética en toda regla que cuesta digerir. Te deseo, querida, todo lo mejor para afrontar y superar ese malnacido cáncer de pulmón. ¡Que se jubilen ya los malditos tumores! ¡Te queremos, Massiel!
Cabe reivindicar otro sistema de jubilación. Que deje descansar a las agotadas trabajadoras domésticas, a la gente explotada laboralmente por el capital, a las mujeres vulnerables que sostienen el Estado de Bienestar y a quienes sufrieron demasiado en la vida. También a esos enfurruñados hombres que expanden miseria existencial: jueces misóginos, funcionarios apáticos, deportistas y cantantes machistas, políticos de la estirpe El Ventorro, chusma de ultraderecha y animales semejantes… Denles una paguita y que se marchen a tomar por saco. Propongo prohibir jubilarse a las Paloma San Basilio, a las Massiel y a toda la buena gente que contribuye a construir un mundo refulgente, amigable, tierno, poético. Queda dicho.
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