Opinión | Tribuna
La esencia social europea
Desde pequeños, nos enseñaron que el sol sale por oriente y se pone por occidente. Y no les faltaba razón. Hoy, el sol parece esconderse en Europa tras las primeras decisiones del que en otro tiempo fue el país más poderoso del mundo. Y digo en otro tiempo, porque el poder languideciente del que fue el gran aliado de los europeos en el siglo XX comienza a desvanecerse, y con él, su credibilidad.
Al terminar el primer cuarto del siglo tecnológico, el panorama es incierto. La noche cae en occidente, y una oscuridad sin luna comienza a envolver una sociedad postmoderna que contiene el aliento ante cada orden dictada por el autoproclamado «país de la libertad». Estas órdenes, cada vez más polémicas e incendiarias, reflejan la decadencia de un relato ultra capitalista que parece desmoronarse desde dentro.
La oligarquía multimillonaria que rodea al nuevo presidente de Estados Unidos ha convertido en una ilusión infantil el llamado «sueño americano». Lo que una vez se vendió a través del cine y la cultura ahora se ha reducido a humo: promesas vacías y eslóganes que carecen de calor y calidad humana. A golpe de talonario y aranceles, pretenden arrebatar la libertad de los pueblos y la voluntad de las naciones.
Ante la inminente caída del relato estadounidense, es necesario realizar un diagnóstico social profundo de nuestras propias fuerzas como comunidad. En la sociedad valenciana, la DANA ha roto los prejuicios contra los jóvenes y no tan jóvenes. Los hechos hablan por sí mismos. En este contexto, nuestra misión es encontrar objetivos comunes que nos alejen del individualismo materialista. Aquí es donde comienza el verdadero desafío: la carrera por el lenguaje y la comunicación.
Ya no se trata de encontrar un enemigo común, sino de apelar a los valores humanos que nos permitan resolver nuestras diferencias personales. Los partidos políticos y los sindicatos deberemos asumir el reto de transformar la sociedad, empezando por una transformación interna. Aunque parezca que en muchos casos todo se resuelve a base de «gritar más fuerte», la verdadera solución no está en la confrontación, sino en recuperar el sosiego, en convencer con paciencia, cercanía, formación y razonamiento. Esa será la clave para recuperar la confianza de una sociedad cada vez más distante de las instituciones.
El artículo primero de nuestra Constitución establece que España es un estado social y establece tres valores fundamentales: libertad, justicia e igualdad, además de garantizar el pluralismo político. Conviene como sociedad poner en el centro de nuestro objetivo, la sensibilización con estos conceptos, la transformación del ciudadano en un militante constitucional que no se deje seducir por cantos de sirena de un neoliberalismo deshumanizador, que pretende destruir la empatía con el emigrante, privatizar lo público y social, o justificar las guerras y masacres.
Dicen que cuando un animal está herido se vuelve más peligroso. Rearmar ideológicamente a las bases de nuestra sociedad, aferrándonos a los principios constitucionales y sociales, es lo que nos permitirá proteger a Europa de la decadencia de unos Estados Unidos cuya calidad democrática se encuentra en horas muy bajas. Es precisamente este principio de declive el que nos debe advertir: deberemos estar más unidos y unidas que nunca para preservar la esencia social y perseverar en nuestra propia identidad europea.
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