Opinión | La ventana

València

España está que se tose encima

Dado que ambos somos acuario nos habíamos regalado un par de noches en Madrid. Por distintos aconteceres, desde bastante antes de la pandemia no había sido posible cumplir con uno de nuestros ritos. Muchas cosas han cambiado. Mi cuñado, que estudió en la capital donde dejó los hábitos y se echó novia, juró que no volverá a pisarla mientras esté ella. El día que le impuso la medalla a Milei cenamos con un argentino y, pese a lo sosegado que siempre ha sido, alzó la voz, se disparó y el porteño ni abrió la boca. Reconozcámoslo. No hay nada que Ayuso no consiga.

Nada más llegar iríamos hacia La Cava Baja en busca de Los huevos de Lucio, la taberna low cost abierta enfrente por el hijo, que conocí la noche en que se celebró en la Biblioteca Nacional el 10º aniversario de la Virtual Miguel de Cervantes. Al acabar me fui pitando para Lavapiés a recoger a mi chaval. Me comentó que andaba muy cansado, que si picábamos algo en casa. Deslicé que como quisiera, que pensaba ir a Lucio y replicó que tampoco estaba tan cansado. Por allí apareció Luis Berenguer, hoy director de Comunicación de la Oficina Europea de Patentes, compañero de estudios del propietario cuyos padres le ofrecieron comer gratis a diario en el de toda la vida si lograba que el hijo aprobase. Y, claro, no ha dejado de ir.

Teníamos entradas para dos funciones de lujo: «Historia de una escalera» en el Español; y «Caperucita en Manhattan» en La Abadía. Pues eso, ni huevos ni teatro. Nos hemos quedado con las maletas hechas dándole al granulado de Algidol a ver si doblegamos las sacudidas. Un amigo residente por Recoletos, al que llamé para ver si podía aprovecharlas, no me dijo ni que sí ni que no, se limitó a toserme. De esta guisa no me he librado de la actualidad y temo recibir una notificación cargándome los aranceles por sobrecarga de mucosidad. Al ritmo que va no lo descartemos.

Queda un presente que nos ilusiona. Por si a la quinta es la vencida, la jueza tiene citado a González Amador el 24. Como se aplace, con mi cuñado ni me cruzo.

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