Opinión | EDITORIAL
El valenciano es un legado y un valor de futuro
A partir del martes 25 de febrero, miles de padres y madres de la Comunitat Valenciana están llamados a votar para decidir si quieren que sus hijos e hijas tengan el castellano o el valenciano como lengua preferente y, por tanto, con mayor peso en su enseñanza. La consulta, que varias asociaciones y sindicatos han intentado paralizar, forma parte de la ley que en junio de 2024 impulsaron el PP y Vox en las Corts bajo el nombre de ‘Libertad educativa’ y que deroga el anterior modelo del Botànic basado en el plurilingüismo. Esta modificación supone pasar de un sistema con un peso casi equitativo entre las dos lenguas cooficiales -castellano y valenciano- a uno similar al anterior de líneas, donde una de las dos lenguas tiene un mayor peso en las horas lectivas. Pero esta ley supone, también, algunas cosas más.
Sin negar que cualquier proceso participativo es, de salida, el mejor en tanto que fomenta la igualdad de oportunidades a la hora de cualquier toma de decisiones, el método elegido no parece para nada el más justo ya que parte de un desequilibrio evidente: no todas las familias disponen ni las competencias digitales necesarias ni del equipo informático y la tecnología imprescindible para poder llevar a cabo el voto telemático, en exclusiva, que contempla la consulta. Presuponer que todas las familias están en igualdad de condiciones para ejercer este voto deja en evidencia una abrumadora falta de conocimiento que una administración no debería tener sobre su propia sociedad.
Dicho esto, las consecuencias que se deriven de este proceso de consulta no son pocas. La primera, la enorme sobrecarga y dificultades añadidas a la ya de por sí costosa organización de clases y grupos en los centros educativos. Si hay más de un 25% de familias que desean dar clase en una de las dos lenguas se deberá crear una línea (una clase) para ello aunque, a día de hoy, todavía no se sabe cómo se aplicará en localidades con pocos alumnos. Es el regreso, de facto, al antiguo sistema de líneas con el que aprendieron miles y miles de valencianos, muy cuestionado por el riesgo que supone de disgregación cultural, económica y social. Este sistema, recordemos, suponía, en resumen, que los valencianohablantes se aglutinaban en una clase y los castellanohablantes en otra, lo que suponía la creación de evidentes guetos lingüísticos, culturales y de clase social. Con más errores que virtudes, el Botànic intentó compensar con su sistema plurilingüe esta separación, pero acabó siendo una bomba de relojería en muchas zonas castellanohablantes sin lograr, a los datos de uso y conocimiento del valenciano nos remitimos, ser el impulso que la lengua propia necesitaba, necesita y necesitará. Ahora, con esta nueva consulta, se da el tiro de gracia definitivo al valenciano, que vivirá el retroceso más grave en su fomento y protección en más de 40 años. Sin cuestionar un hecho objetivo, que en la Comunitat Valenciana hay dos lenguas oficiales, es obligación de la administración pública (Generalitat, ayuntamientos y diputaciones) cuidar, impulsar y poner en valor la lengua que nos diferencia como pueblo, nos enriquece como sociedad y es el legado de siglos y siglos de valencianos y valencianas y de miles de personas que la han adoptado como idioma propio sin serlo.
Con esta nueva ley, el valenciano puede verse reducido a únicamente una asignatura en las zonas castellanohablantes y va perdiendo porcentaje (del 65% en infantil al 47’5% en bachillerato) conforme el alumnado pasa a etapas superiores. En el caso de que las familias voten mayoritariamente valenciano como lengua base, el porcentaje de esta lengua no podrá ser nunca superior en un 20% al castellano, un tope que no existe para los centros que elijan el castellano como lengua base. Por tanto, las familias valenciano hablantes tienen menos libertad ya que el mínimo de ingles y prohibición de superar ese 20% más que el castellano limita en la práctica el máximo de valenciano que se puede dar en cada etapa. Libertad, por tanto, depende de para quien ya que en realidad aunque sean las familias las que, en teoría, escogen la lengua base del centro (algo muy discutible desde un punto de vista pedagógico) esto no es del todo cierto, ya que las únicas que en realidad eligen son aquellas que eligen menos valenciano.
El futuro viene cargado de numerosos y apasionantes retos a los que la sociedad valenciana deberá hacer frente, uno de ellos, el de mantener sus raíces y signos de identidad propios en un contexto global de mestizaje de todo tipo: cultural, social, económico y también lingüístico. Dejar caer el valenciano, claramente minorizado frente a un castellano que no está en peligro de extinción, es una acción política miope, que nos empobrece terriblemente como sociedad y nos hace más débiles, uniformes e invisibles. A todos los niveles. n
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