Opinión | reflexiones
‘Manspreading’ de manual
Es un hecho que a los avances científicos también han contribuido mujeres de talento. Ya no cabe un relato que solo recuerde la mitad de las personas que los hicieron posible.
La misma semana que se conmemoraba el Día de la Mujer y de la Niña en la Ciencia, al mismo tiempo que la prensa se hacía eco de la discriminación estructural entre las mujeres que se dedican a las STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), se tuvo noticia de la concesión de los Premios Jaume I 2024. En esta edición fueron galardonados siete hombres y los medios difundieron una fotografía que los presentaba uno tras otro, de pie y sonrientes. Saltaba a la vista la asimetría existente entre mujeres y hombres que perpetua al varón como único Sujeto de conocimiento en el relato hegemónico de las hazañas científicas De nuevo quedaba en evidencia la tendencia a ampliar el espacio masculino en la ciencia sin la menor autocrítica.
El impacto visual de la fotografía mostraba la incoherencia entre lo programáticamente defendible y realizable, entre aquello que se dice y aquello que se hace. Mucho hablar de superar las brechas de género, como el efecto tijera, el techo de cristal o el efecto Matilda, pero a la hora de la verdad no hay reparo en seleccionar y premiar con sesgo androcéntrico. La imagen trasmitía un ‘manspreading’ de manual aplicado al campo científico. Dejaba claro que las medidas de acción positiva, acordes con el principio de igualdad en el que las mujeres no supongan un porcentaje inferior del 40%, son imprescindibles para erradicar la desigualdad histórica que invisibiliza las contribuciones de las mujeres científicas.
Es un hecho que a los avances científicos también han contribuido mujeres de talento. Ya no cabe un relato que solo recuerde la mitad de las personas que los hicieron posible. Fue Margaret W. Rossister quien acuñó en 1993 el «efecto Matilda» para denunciar la estructura de poder masculino que predomina en la comunidad científica internacional. Desde entonces, se citan como ejemplo los casos de Lise Meitner o Rosalind Franklin cuyos descubrimientos fueron atribuidos a sus colegas varones. Una casuística que, junto algún caso más, seguía pareciendo escasa para validarla de manera generalizada. De ahí que resultase tan gratificante otra noticia reciente, esta vez relacionada con un trabajo de investigación que ha recopilado la vida de cuarenta y cinco mujeres de ciencia cuyos nombres y logros fueron borrados de la narrativa científica.
El estudio titulado ‘Matildas.Las grandes olvidadas de la historia de la ciencia’, coordinado por Daniel Gómez Escrivá, Claudia Pérez Gómez y Borja Puchol Forés, jóvenes estudiantes de la Universitat de València, se presenta a las generaciones docentes futuras como herramienta de cambio en la comprensión del mundo y tiene como finalidad derribar la invisibilización y normalización de esta injusticia de género con el rigor académico propio de una investigación universitaria. Es este estudio el que ofrece una imagen completa del quehacer científico y no la del Premio Jaume I 2024, cuyo jurado ha dejado fuera de consideración el talento investigador de las mujeres que en la actualidad trabajan en las STEM.
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