Opinión
Justicia, Derecho, Humanidad

"La protección social debiera ser no sólo un derecho sino también una decidida apuesta por el desarrollo económico de los pueblos" / L-EMV
Reconozco que me he resistido a escribir estas líneas con un título tan contundente con tres palabras de concepto tan amplio como lo que abarca La Humanidad y, además, con mayúsculas. Pero he querido hacerlo para remarcar que desde 2007 la Asamblea General de las Naciones Unidas acordó que todos los años, tal día como hoy, 20 de febrero, sería ocasión de reivindicar por Estados e Instituciones a nivel mundial que el desarrollo y la justicia social no pueden alcanzarse si no hay paz y seguridad y si no se respetan todos los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Recordaba también la Asamblea que en la era de la Globalización y la Tecnología la labor de la comunidad internacional debía estar encaminada a “erradicar la pobreza y promover el empleo pleno y el trabajo decente, la igualdad entre los sexos y el acceso al bienestar y la justicia social para todos”.
Parece evidente que, precisamente en un mundo globalizado como el que vivimos en este siglo XXI, la protección social debiera ser no sólo un derecho sino también una decidida apuesta por el desarrollo económico de los pueblos. Como declaraba el director general de la Organización Internacional del Trabajo en 2014, que ahora se nos antoja tan lejano, “la seguridad social da acceso a la atención médica, la educación y la alimentación” y, con ello, con el beneficio que proporciona el desarrollo y la efectiva garantía de los derechos humanos a la población mundial, todos ganamos.
Pero no es así, porque desde 2014 hasta ahora mismo, en solo una década, los efectos de la grave crisis que se anunció en 2007 han degenerado no solo económicamente, sino en su más peligrosa vertiente social, política y mediática. Y resulta doloroso comprobar, como escribió Benedetti, que “ellos tienen razón/ esa felicidad/ al menos con mayúscula/ no existe”.
No vamos a referirnos a los flagrantes y recientes abusos contra los más vulnerables que se están cometiendo en algunos países de nuestro primer mundo. Todos lo tenemos presente. Pero sí queremos recordar los vectores sobre los que necesariamente debe pivotar la Justicia Social, y que están aún muy lejos de alcanzarse: Educación para toda la población, independientemente de dónde se nace; salario justo y condiciones laborales dignas; acceso a la sanidad pública y universal; derecho inalienable a una vivienda digna y, por último, pero no menos importante para nuestro planeta, justicia ambiental y decidida lucha contra la emergencia climática.
Tan cerca al escribirlo, y tan lejos de ser real. Por ello, desde Fundación por la Justicia llevamos décadas defendiendo esos valores para llegar desde lo más “minúsculo”, como los pequeños que acuden diariamente a la Escoleta Matinal de Nazaret, hasta la defensa activa de derechos humanos y libertad de prensa, o con esa pantalla abierta a la ciudadanía que es Humans Fest, nuestro festival de cine que este año cumple su XVI edición, centrada precisamente en los conflictos armados y la cultura de paz.
Porque frente a la pobreza, el miedo o la exclusión queremos, como buscaba Mario Benedetti en su Inventario, “Defender la alegría como un derecho/defenderla de dios y del invierno/ de las mayúsculas y de la muerte/ de los apellidos y las lástimas/ del azar”. Trabajamos creyendo en la Justicia Social y derribando barreras para que lo que hemos titulado en mayúsculas pueda llegar hasta el rincón más pequeño de nuestro mundo.
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