Opinión
Paseando por Occitania

Jaume I. / L-EMV
Llegar a Colliure, a la que canta Serrat, y donde reposan los restos de Antonio Machado, tan cerca y tan lejos de España, es recordar las dos Españas, y verlas todavía contrapuestas, en tiempos convulsos. En Francia, figura por doquier, el lema, «libertad, igualdad, fraternidad», en el frontispicio de todas las instituciones, mientras acá, el tríptico, «paz, piedad, perdón», acuñado por Azaña, apenas sirve de recordatorio.
Pasando por, Benicarló, en el antiguo albergue, hoy Parador de Turismo, tuvo lugar la reunión de Azaña, Presidente de la 2a República Española, además de Premio Nacional de Literatura, por su biografía sobre Juan de Valera, con los presidentes del Gobierno español y catalán, Largo Caballero y Lluis Companys, donde que se desarrolla la obra teatral, ‘La velada en Benicarló’, en cuyo texto aparece el doctor Lluch, heterónimo del doctor Juan Negrín, quien sería igualmente Presidente del Gobierno español. Azaña sería enterrado, también, lejos de su patria, en, Occitania, Montauban.
Los franceses, a primeros del siglo XIX, estuvieron, en València, la defensa llegó a tal punto que los propios valencianos llegaron a destrozar el palacio Real, del que apenas pueden verse hoy unas mal conservadas ruinas en los Jardines de Viveros, para evitar fuera utilizado por los franceses, como lo había sido inicialmente, durante el tiempo de su estancia, entre nosotros, donde dejaron algún recuerdo, como los jardines del Parterre, próximos a la residencia del general Suchet, duque de la Albufera, en el palacio de Cervelló.
Paseando por Occitania, tan amada por nuestro amigo Lluis Fornés, hay oportunidad de encontrar en Pézenas, la estancia de Molière, que se recuerda en el Festival de Teatro que anualmente se lleva a cabo con su nombre. Al igual que en Sête se celebra el Festival de la canción de autor, en homenaje a Georges Brassens, o en Narbona la presencia siempre de Charles Trenet, autor de ‘La mer’, cual en València pudiera hacerse en homenaje a Lluis Miquel, recordando, ‘Mari, Mari’, o en Alcoi y Xàtiva, con Ovidi Montllor y Raimon, comprometidos cantautores valencianos.
Cosas todas ellas, en el ámbito musical y político, que no dejan de ser enseñanzas a considerar, como diría, el poeta, Filippo Pananti, ‘la vida es un libro del que, quien no ha visto más que su patria, no ha leído más que una página’. Así los franceses mantienen, el reconocimiento a quienes se hacen acreedores a ello, lo cual alcanza, en Montpellier, tanto al financiero filantrópico, Jacques Coeur, con estatua en su honor, como al sindicalista socialista, Jean Jaurès, fundador de L’Humanité, con una animada plaza, quien, en carta a su hijo, no duda en reivindicar el estudio de la religión, sin necesidad de asumir su mandamiento, confiando sea en evitación de lamentables muestras de intolerancia.
Montpellier, la villa natal, tanto de Jaume I como, siglos más tarde, de Sant Roc, es donde acude Arnau de Vilanova, desde València, para prestigio de su Facultad de Medicina, la más antigua del mundo, todavía hoy en activo, y, donde dentro de ella se le recuerda con la inscripción dedicada en su honor, como uno de sus alumnos más ilustres, probablemente el médico más importante del mundo latino medieval.
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